“La palabra feminista está cargada de connotaciones, connotaciones negativas. Odias a los hombres, odias los sujetadores, no usas desodorante, crees que las mujeres deben mandar siempre, no te depilas, siempre estas enojada y de mal humor. El mundo necesita que hombres y mujeres juntos cambiemos este concepto.” Chimamanda Ngozi Adichie

Estas notas son una invitación a pensar un poco más, en lo concerniente a la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

Porque en medio de este mundo convulsionado, en el que pareciera que los seres humanos más que nunca han dejado florecer los más bajos instintos, lo cual además se transmite y se vuelve viral por las redes sociales.

El hecho que la ONU evidentemente como consecuencia a la tragedia ocurrida un 8 de marzo de 1908, en el que aproximadamente unas 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica de algodón, de Nueva York, durante una protesta con permanencia en su lugar de trabajo. 

Buscando una reducción de la jornada laboral a 10 horas, un salario igual al que percibían los hombres que hacían las mismas actividades y a las malas condiciones de trabajo que padecían.

Como mujer, me sigue causando malestar, y cierta incomodidad. 

Porque tuvo que ocurrir  una tragedia de esta magnitud, para determinar a través de un organismo internacional, que las mujeres deberíamos tener igualdad de derechos con nuestros compañeros hombres.

Como si al hablar de los derechos de las mujeres, nos estuviéramos refiriendo a otro tipo de ser, que no fuera humano.

Sin embargo, te cuento que las noticias actuales no son nada alentadoras, y en este caso puntualmente me refiero a la situación de la mujer en el mundo, de norte a sur y de este a oeste.

Claro que hay situaciones peores, porque de la situación de la mujer en Oriente, tristemente prefiero no comentar.

Te cuento que las cifras de violaciones, muerte, maltrato, violencia, amenazas, vejámenes, entre otros son alarmantes y siguen en aumento este 2023.

La complicidad, el silencio y hasta la justificación al respecto, de hombres, mujeres, autoridades, gobiernos, leyes, industria del cine, industria de la música, corporaciones internacionales, entre otras, son el pan nuestro de cada día, dice la prensa a nivel global.

Es necesario, pienso yo, que cuando recibamos regalos, flores, felicitaciones o cualquier otro detalle el 8 de marzo, tengamos presente que aún no hemos avanzado mucho. Las mujeres no estamos a salvo.

Admito públicamente que escribo estas notas con un dejo de tristeza, soy una mujer que fue concebida en el vientre de otra mujer, tengo una hermana, una hija, tías, primas, amigas, cuñadas, amigas, colegas, conocidas, compañeras de trabajo, entre otras.

Interiormente tengo una percepción desagradable de miedo, que todas las mujeres de una manera u otra, estamos en peligro, en pleno siglo XXI.

Sin embargo no todo es negativo, aprovecho para contarte que dentro de mis lecturas autodidactas y búsquedas en internet relacionadas con el tema en mención.

Encontré esta valiosa información, de una mujer nigeriana, que me ha causado gran interés, admiración y respeto, porque se atrevió públicamente a tratar el tema.

Para mí, esta información es digna de ser compartida, replicada, referenciada, porque referirme a  Chimamanda Ngozi Adichie, es un honor.

Ella nació en el año 1.977, es decir que en la actualidad tiene 45 años, escritora, novelista y dramaturga feminista, que ha ganado varios premios internacionales por sus novelas.

Dice su biografía que en la actualidad vive entre Estados Unidos y Nigeria, que también se dedica a impartir talleres de escritura creativa.

Como es del tipo  de mujeres, que por su trayectoria puedes encontrar información con mucha facilidad en internet, yo quiero compartir unas notas que considero valiosas.

De lo que fue una conferencia TEDxEuston que dictó en el año 2012 en un simposio en África que se denominó: TODOS DEBERÍAMOS SER FEMINISTAS.

Cuenta ella, que cuando le pidieron dictar esta conferencia y eligió el tema, sabía que no era un tema muy popular, pero que confiaba en iniciar una conversación necesaria.

A continuación te comparto las citas de su conferencia que más me impactaron, me identifico con ellas, porque aunque han pasado 11 años, mucho de lo descrito no ha cambiado.

Aún en la actualidad, la historia de las mujeres se sigue escribiendo con dolor y sangre.

Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal.

Si solo vemos a hombres presidiendo empresas, empezará a parecernos “natural” que sólo haya hombres presidentes de empresas.

A menudo cometo la equivocación de pensar que algo que a mí me resulta obvio es igual de obvio para todo el mundo.

Hombres y mujeres somos distintos. Hormonas distintas, órganos sexuales distintos y capacidades biológicas distintas: las mujeres pueden tener bebés y los hombres no. Los hombres tienen más testosterona y por lo general más fuerza física que las mujeres.

De forma que, en un sentido literal, los hombres gobiernan el mundo. Esto tenía sentido hace mil años. Por entonces, los seres humanos vivían en un mundo en el que el atributo más importante para la supervivencia era la fuerza física; cuanto más fuerza física tenía una persona, más números tenía para ser líder. 

Y los hombres, por lo general, son más fuertes físicamente. (Por supuesto, hay muchas excepciones). Hoy en día vivimos en un mundo radicalmente distinto. La persona más cualificada para ser líder ya no es la persona con más fuerza física. 

Es la más inteligente, la que tiene más conocimientos, la más creativa o la más innovadora. Y para estos atributos no hay hormonas. Una mujer puede ser igual de inteligente, innovadora y creativa que un hombre. Hemos evolucionado. En cambio, nuestras ideas sobre el género no han evolucionado mucho.

Hace poco escribí un artículo sobre la experiencia de ser una mujer joven en lagos. Pues un conocido me dijo que era un artículo rabioso y que no debería haberlo escrito con tanta rabia. Pero yo me mantuve en mis trece. Claro que era rabioso. La situación actual en materia de género es muy injusta. Estoy rabiosa. Todos tendríamos que estar rabiosos.

La rabia tiene una larga historia de propiciar cambios positivos. Y además de rabia, también tengo esperanza, porque creo firmemente en la capacidad de los seres humanos para reformularse a sí mismos para mejor.

El género importa en el mundo entero. Y hoy me gustaría pedir que empecemos a soñar con un plan para un mundo distinto. Un mundo más justo. Un mundo de hombres y mujeres más felices, y más honestos consigo mismos. 

Y esta es la forma de empezar: tenemos que criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos.

Pero si empezamos a criar de otra manera a nuestros hijos e hijas, dentro de cincuenta o de cien años los chicos dejarán de sentirse presionados para demostrar su masculinidad por medios materiales. 

Pero lo peor que les hacemos a los niños, con diferencia –a base de hacerles sentir que tienen que ser duros-, es dejarlos con unos egos muy frágiles. Cuanto más duro se siente obligado a ser un hombre, más debilitado queda su ego. 

Y luego les hacemos un favor todavía más flaco a las niñas, porque las criamos para que estén al servicio de esos frágiles egos masculinos.

A las niñas les enseñamos a encogerse, a hacerse más pequeñas. 

A las niñas les decimos: Puedes tener ambición, pero no demasiada. Debes intentar tener éxito, pero no demasiado, porque entonces estarás amenazando a los hombres.

Como soy mujer, se espera de mí que aspire al matrimonio. Se espera de mí que tome decisiones en la vida sin olvidar nunca que el matrimonio es lo más importante. El matrimonio puede ser bueno, una fuente de placer, amor y apoyo mutuo. 

Pero ¿por qué enseñamos a las niñas a aspirar al matrimonio pero a los niños no?

Conozco a mujeres jóvenes que experimentan una presión tan grande para casarse –por parte de su familia, de sus amigas y hasta del trabajo- que esa presión las empuja a tomar decisiones terribles.

Nuestra sociedad enseña a las mujeres solteras de cierta edad a considerar su soltería un profundo fracaso personal. 

En cambio, un hombre de cierta edad que no se ha casado es porque todavía no ha elegido. 

Es fácil decir que las mujeres pueden decir no a todo esto. La realidad, sin embargo, es más difícil y compleja. Todos somos seres sociales. Todos interiorizamos ideas de nuestra socialización.

Criamos a las mujeres para que se vean las unas a las otras como competidoras, y no por puestos de trabajo ni logros personales, que es algo que en mi opinión podría ser bueno, sino por la atención de los hombres. 

Enseñamos a las chicas que no pueden ser seres sexuales de la misma forma que los chicos. Si tenemos hijos, no nos importa saber que tienen novias. Pero ¿Qué nuestras hijas tengan novios? Dios no lo quiera. (Aunque, por supuesto, esperamos que cuando sea el momento indicado nos traigan a casa al hombre perfecto para casarse con él.) 

Hace poco violaron en grupo a una joven en una universidad de Nigeria y la reacción de muchos jóvenes nigerianos, tanto chicos como chicas, fue algo así como: Vale, la violación no está bien, pero ¿qué estaba haciendo una chica sola en una habitación con cuatro chicos?

Olvidemos, si podemos, la horrible inhumanidad de esa reacción. A estos nigerianos los han criado para pensar que las mujeres son inherentemente culpables. Y los han criado para esperar tan poco de los hombres que la idea de que puedan ser seres salvajes y sin autocontrol ya resulta más o menos aceptable. 

Enseñamos a las chicas a tener vergüenza. “Cierra las piernas”. “Tápate”. Les hacemos sentir que, por el hecho de nacer mujeres, ya son culpables de algo. Y lo que sucede es que las chicas se convierten en mujeres que no pueden decir que experimentan deseo. Que se silencian a sí mismas. Que no pueden decir lo que piensan realmente. Que han convertido el fingimiento en un arte.

La cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra cultura.

Y cuando hace tantos años busqué la palabra en el diccionario, en encontré con que ponía: “Feminista: persona que cree en la igualdad social, política y económica de los sexos”.

La definición que doy yo es que feminista es todo aquél hombre o mujer que dice: “Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas”.  Y tenemos que mejorarlas entre todos, hombres y mujeres.”

Tengo la firme convicción, al igual que Chimamanda Ngozi Adichie, que entre todos podemos cambiar la cultura.

Podemos lograr dejar de justificar lo que sucede en la actualidad con las mujeres, cada uno tenemos que en nuestra mente dejar de justificar el salvajismo actual.

Este es un llamado a cambiar el miedo actual por esperanza y fe.

Sueño con que un día la conmemoración del DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER tenga que ver con nuestros logros y aportes a la sociedad.

Si es de tu interés escuchar completa la conferencia a continuación te dejo el enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=85fqNwDKXfA

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