Una de las tareas que más disfruto hacer en mi día a día, es investigar sobre el impacto positivo que tienen en el mundo.

Las actividades que realizan personas, especialmente mujeres, están ayudando a transformar la forma de vivir del ser humano y por ende de la sociedad, en la actualidad.

Así que a golpe de teclas en mi computador, de muchas horas dedicadas a leer, otras a observar y a escuchar.

Encontré el trabajo científico que en la actualidad realiza y comunica una mujer genial.

La Dra. Nazareth Castellanos.

Ella es licenciada en Física teórica.
Doctora en Medicina por la Universidad Autónoma de Madrid.
Máster en Matemáticas aplicadas a la biología.
Master en Neurociencias por la Facultad de Medicina de la UAM.

Actualmente dirige la investigación del laboratorio Nirakara – Lab y la cátedra de Mindfulness y ciencias cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid.

Es directora del proyecto «Interacción cerebro – cuerpo en meditadores”.

A lo largo de su trayectoria, ha trabajado como investigadora científica en diversas universidades tanto en España como en Alemania e Inglaterra.

Más de veinte años de experiencia como investigadora del cerebro, sus partes, sus funciones y su relación con el resto del cuerpo, la han llevado a convertirse en una referente del tema.

Lo que me llama la atención, es su decisión de compartir todo el conocimiento adquirido a través de sus investigaciones con lo que denominan “el ciudadano de a pie”.

Es decir, difundir, divulgar, compartir los avances de sus investigaciones a personas comunes y corrientes.

Como tú y como yo, buscando que se beneficien de sus hallazgos, logrando mejorar su calidad de vida.

En sus propias palabras dice la Dra. Castellanos:

“Comunico mucho porque, si mi madre no puede entender un artículo científico, no sirve de nada.”

Me identifico con esta manera de ver el mundo, de ver al ser humano.

Mi planteamiento personal es, sí a través de la ciencia tienes al alcance de tu mano, métodos para desarrollar tu mejor versión, para vivir mejor.

De paso, a través de la solidaridad, tienes la posibilidad de compartirlo con otros, de manera que puedas llegar a su corazón.

¿Por qué no hacerlo?

Me siento afortunada, agradecida con Dios por regalarme esta oportunidad.

Por eso.

Te comparto la publicación de una entrevista que le hicieron a la Dra. Nazareth Castellanos, en la época del aislamiento por el coronavirus.

Que explica con mucha claridad.

Porque hoy más que nunca su nombre y sus aportes a través de la ciencia, son tan influyentes en el mundo:

“A la pregunta de qué podemos hacer para mantener una buena salud mental durante una crisis, dirigida a Nazareth Castellanos, ella responde con un rotundo y sencillo:
-“Cuidar el cuerpo.”
Lo que la neurociencia dice sobre esto es que existe una gran relación entre el cerebro y la postura corporal.
El cuerpo interacciona constantemente con nuestro cerebro y con nuestra mente. Y esto tiene un valor enorme cuando hablamos de bienestar y de felicidad.
La neurociencia ha dejado de ser una disciplina circunscrita al terreno de los laboratorios (inaccesible y desconocido para el común de los mortales) y se convierte en una ciencia para la vida.
Se está viendo que las neurociencias tienen muchísima repercusión a nivel personal y a nivel social.
Por ejemplo: la postura influye mucho en nuestra mente, en cómo nos sentimos. Quizás la mayoría de nosotros habría dicho que es lo contrario, que es nuestro estado emocional y lo que yo pienso, lo que influye en mi postura, que es como si nuestro cuerpo fuera un espejo de nuestro estado de ánimo.
Pero lo curioso, lo que está descubriendo la neurociencia es que esa flecha va en los dos sentidos.
Cuando yo estoy mal o estoy bien, mi cuerpo lo refleja, sí. La postura de nuestro cuerpo también influye en nosotros mismos.
Varios estudios han demostrado que cuando nuestro cuerpo está encogido, cuando nos encogemos o tenemos una postura de recogimiento o de sumisión, podían verse afectados nuestros procesos cognitivos, nuestra atención, somos capaces de memorizar menos, prestamos menos atención a las cosas, porque si nuestro cuerpo está en una postura de sumisión, de tristeza, de encogimiento, nuestro cerebro interpreta que esto es porque no estamos bien, por tanto, los procesos cognitivos reflejan este malestar.
Es recomendable que pongamos mucha atención a qué postura está adoptando nuestro cuerpo, porque la postura afecta también a nuestra percepción.
No solo una postura corporal encogida afecta a nuestra atención y nuestra memoria, sino que, solo por el hecho de tener esa postura, nos hace aumentar el sesgo negativo, es decir: de todo lo que suceda a nuestro alrededor nos vamos a fijar más en las cosas negativas que en las positivas.
Es como si nuestra postura corporal lanzará un mensaje a nuestro cerebro; un mensaje que el cerebro interpreta y utiliza para diseñar una respuesta.
Por eso, es muchísimo lo que podemos aprender sobre estos enfoques de la neurociencia que nos están recalcando la interacción entre la postura corporal y el cerebro.
Es importante que a lo largo del día nos demos cuenta de cómo está nuestra postura, que aprendamos a ser conscientes de qué postura estamos teniendo porque este es un mensaje que nuestro propio cerebro va a interpretar.
De modo que en nuestras manos está elegir posturas que nos ayuden a sentirnos mejor. Pero no solo posturas: también podemos elegir nuestros gestos.
Si hay algo que se contagia, si hay algo que le gusta mucho al cerebro, es la sonrisa.
La sonrisa beneficia al sistema nervioso, cardiovascular, endocrino e inmune.
Solo el hecho de sonreír, independientemente de que haya un motivo o no, es algo que pacifica nuestro estado emocional y de ánimo. Estas investigaciones nos invitan a modificar nuestra postura y a pacificar sobre todo nuestro gesto.
Sonreír cuantas más veces mejor.
Los últimos estudios sobre la conexión del cerebro con el intestino, los pulmones y el corazón.
Explican que ya se ha podido demostrar científicamente que la actividad de la microbiota, esos miles de bichitos que pueblan nuestro intestino, influye y regula la actividad bioquímica de nuestro cerebro y es uno de los grandes reguladores de nuestros estados de ánimo.
La microbiota parece ser el espejo que refleja cómo es nuestra alimentación y nuestro estilo de vida y como tal se lo comunica al sistema endocrino, al sistema inmune y al sistema nervioso.
La neurociencia también está dando nombre y demostrando algo que las tradiciones orientales saben desde hace miles de años:
Que la respiración influye sobre el cerebro y que es una llave para moldear nuestros estados mentales.
Todo aquello que compone el patrón respiratorio parece que tiene muchísima relevancia para el cerebro, así que, es muy recomendable fijarnos en cómo estamos respirando a lo largo del día.
Esos momentos en los que nos vemos por diferentes motivos afectados, alterados por una emoción, tenemos una llave que está totalmente en nuestra mano que es:
Aprender a respirar un poco más lento.
Ralentizar nuestra respiración es algo que calma muchísimo el cerebro, que apacigua la respuesta de los sistemas emocionales. Y eso, se ha demostrado que ocurre cuando respiramos por la nariz.
Uno de los estudios más recientes dice que percibimos el mundo exterior cuando nuestro cerebro y corazón se sincronizan.
Cuando nuestro cerebro no responde a los latidos del corazón, a veces perdemos ese contacto con el exterior.
En definitiva, el cerebro interpreta en todo momento lo que está haciendo:
El corazón.
Los pulmones.
El intestino.
Nuestra postura corporal.
Los gestos hay en nuestra cara.

En conclusión:
Esa conexión cuerpo-cerebro que la neurociencia está demostrando, nos abre una posibilidad de intervenir en nuestros propios estados de ánimo a través del cuerp y podemos hacerlo:

Corrigiendo la postura.
Sonriendo aunque no encontremos motivos.
Cuidando la alimentación.
Haciendo algo de ejercicio.
Utilizando la respiración para apaciguar situaciones de carga emocional.

En definitiva, entendiendo e integrando la idea de que el cuerpo es la llave para cuidar la mente”.

Para finalizar, descrito de una manera casi poética, te dejo esta breve explicación de ella misma:

“Para que yo esté aquí mi cerebro ha escuchado a mi corazón, mi intestino se ha comunicado con mis neuronas, mi respiración ha influido en mi actividad cardiaca, las bacterias que recorren mi cuerpo se han comido unas a otras para al final mandar paquetes químicos a mi cerebro.
Mis neuronas saben si mi espalda está encorvada o derecha, si mis músculos faciales están tensos o relajados, si mi entrecejo está fruncido y hasta si respiro por la nariz o por la boca.
Todo esto influye en cómo siento lo que estoy sintiendo ahora.
Simplemente asombroso”. – Dra. Nazareth Castellanos

Fuentes:

https://nazarethcastellanos.com/
https://www.niusdiario.es/salud-y-bienestar/coaching/entrevista-nazareth-castellanos-coronavirus_18_2916120216.html
https://www.psicologia.com/bienestar-emocional/corazon-mente

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