“No existe una biografía sin heridas.” – Dra. Marían Rojas Estapé

En un lejano lugar un padre golpea sin piedad el rostro de su hijo de ocho años, porque ha derramado la sopa en su finísimo vestido de primera comunión, delante de todos los distinguidos invitados al almuerzo de celebración.

En otro sitio, un niño de siete años sale en las mañanas muy temprano a vender dulces a la calle, mientras en su mente imagina lo bonito que sería poder ir a la escuela.

En otra parte del planeta una niña de nueve años ha sido vendida por su abuela, al mejor prostíbulo del caserío, por una suma de dinero que requiere para su tratamiento del cáncer.

Mi madre murió siendo muy pequeños mi hermano y yo, mi papá bebía todo el tiempo, borracho nos llevaba todos los días, antes del amanecer al campo, a que lo ayudáramos a cultivar, no podíamos ir a la escuela ni jugar, siempre teníamos que trabajar con él.

Una noche escuché un ruido, me levanté con cuidado y al asomarme por la ventana, vi a mi papá marcharse a escondidas de la casa con su maleta, nunca más volvimos a saber de él, mi hermana y yo lo esperábamos todas las tardes.

Mi mamá se enamoró de un compañero de trabajo, con el que decidió mudarse a otro sitio, éramos cuatro hermanos, mi papá al enterarse, bebía sin parar, llegaba borracho y nos golpeaba, decía que éramos culpables, finalmente nos envió a cada uno, a vivir a casa de diferentes familiares.

No creo en Dios, porque cuando tenía siete años y mi papá se fue de la casa, porque se había enamorado de otra mujer, yo le pedía a Dios que volviera, que se acordara de mí, que por lo menos fuera a buscarme al colegio, nunca logré encontrar respuesta a esa oración, no lo volví a ver.

Dormía muchas noches escondido debajo de la cama, porque cuando mi papá llegaba borracho y enojado, no podía verme porque, siempre tenía motivos para golpearme con diferentes elementos como palos, mangueras o el cinturón. 

Mi mamá me dejó en un orfanato, crecí siendo la empleada de ese sitio horroroso, cada día soñaba con escapar de allí, porque la señora con la que tenía que lavar los baños y limpiar los cuartos, me obligaba a verla desnuda mientras se tocaba sus partes íntimas.

El abuelo tenía mucho dinero, la casa de campo era hermosa, todas las primas íbamos a pasar el domingo allí, había flores, muchos árboles, animales, el sitio era tan bello, solo que mi mamá no sabía que el abuelo nos manoseaba a todas, cada domingo a una diferente, nos daba dinero para la semana a cambio de no contarlo, nos decía que no había nada malo en ello.

Mi mamá madrugaba a trabajar, cuándo me despertaba ya se había ido y en muchas oportunidades me dormía sin verla llegar, no recuerdo qué edad tenía, pero lloraba en la ventana esperando verla llegar, no quería jugar, no quería juguetes, solo que ella estuviera allí, pero nunca estaba.

Cuando mi papá se drogaba golpeaba a mi mamá, siempre tengo recuerdos de mi mamá con golpes en la cara y el cuerpo, ella me pedía que me escapara dónde el vecino para evitar que me golpeara a mí, que allí estaba seguro, nunca supo que el vecino me acariciaba el cuerpo para calmarme y me hacía que también le hiciera caricias en su pene.

Era fascinante ir a la casa de la abuela, todas las primas esperábamos las vacaciones para reunirnos jugar, contarnos historias, reír, divertirnos, comer cosas deliciosas, lo que nunca imaginaron nuestras madres, es que al crecer ya no queríamos ir, porque mi tío el que nos acompañaba, abusaba sexualmente de nosotras, decía que aprendiendo con él, ningún hombre se burlaría de nosotros.

Éramos seis hermanos, mi papá trabajaba, mi mamá era ama de casa, nos criaron con dificultades económicas, nunca hubo celebraciones de cumpleaños, no ví nunca abrazos ni besos, en casa. Mi papá le daba el dinero de la semana a mi mamá, ella siempre estaba seria, ausente, enojada, mi papá bebía todos los fines de semana. 

Mi mamá y mi papá me amaban mucho, me compraban todo lo que quería, íbamos de vacaciones a sitios bellos, era la envidia de mis amigos, pero nadie sabía que cuando ellos salían solos a divertirse me dejaban encerrado con llave en el closet.

Fuimos dos hermanos, en realidad completos desconocidos, nunca nos acercamos, mi papá siempre se burlaba de mí, decía que mi hermano era el mejor, se parecía a él, era más inteligente, sacaba mejores notas en el colegio; yo en cambio, era el lento, el gago, el flojo. 

Estas breves historias que te comparto hoy, son de personas reales, comunes, como tú y como yo.

En la búsqueda de respuestas a mis inquietudes, he encontrado tanta información valiosa para analizar, porque la mayoría de las personas están heridas por dentro y sufren en silencio, por todo lo que han pasado en sus vidas.

Historias que no son contadas ni compartidas con nadie cercano, pero que marcan inconscientemente nuestras vidas.

Hoy la psicología las llama Heridas de la Infancia.

A continuación te comparto un breve resumen del tema: 

IDENTIFICA LA HERIDA DE TU INFANCIA

1.- HERIDA DEL RECHAZO

En mi infancia:

No me aceptaron tal como era.

¿Cómo me protejo de adulto?

Huyendo. 

Cuando alguien o algo me hacen sentir así, me escondo, me aíslo, no quiero ver a nadie, incluso la gente que me quiere. 

Siento que todo el mundo me rechaza, que no pertenezco.

2.- HERIDA DEL ABANDONO

En mi infancia:

Tuve padres ausentes emocionales o físicamente

¿Cómo me protejo de adulto?

Haciendo todo lo posible para que el otro no se vaya de mi lado. 

Atraigo problemas para llamar la atención de los demás. 

Prefiero aguantar en relaciones difíciles que ponerles fin.

Me da mucho miedo quedarme solo.

3.- HERIDA DE HUMILLACIÓN

En mi infancia:

Me ridiculizaron y se avergonzaron de mí.

¿Cómo me protejo de adulto? 

Anulando mis necesidades y centrándome en las de los demás. 

La culpa y la vergüenza que arrastro me impiden aceptarme y cuidarme. 

Por eso, me resulta más fácil ocuparme de los demás que de mí.

4.- HERIDA DE TRAICIÓN

En mi infancia:

No cumplieron lo que me prometieron

¿Cómo me protejo de adulto?

Estando en hipervigilancia constante. 

Tengo que controlar lo que ocurre a mí alrededor para anteponerme al peligro y así evitar sorpresas. 

Soy muy exigente en mis relaciones porque me da miedo que me mientan.

5.- HERIDA DE INJUSTICIA

En mi infancia

Fueron fríos y autoritarios.

¿Cómo me protejo de adulto?

Escondiendo lo que llevo dentro. 

Soy muy sensible pero no lo demuestro.

Me exijo mucho a mí mismo porque creo que se me aprecia por lo que hago y no por lo que soy. 

Me cuesta comprometerme por miedo a equivocarme.

https://psicologiaymente.com/clinica/heridas-emocionales

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