Desde que fui adolescente estuve obligada a usar lentes por una miopía progresiva, usar gafas permanentes sumado a mi inseguridad era tortuoso para mí, por lo que siempre me prometí a mí misma que en cuanto tuviera el dinero suficiente, usaría lentes de contacto.  

Así lo hice en cuanto tuve la primera oportunidad, nunca imaginé que el cumplimiento de este sueño me llevaría a la grave situación de salud que viví.

Usar los lentes de contacto fue maravilloso, me sentía alegre y mi cara está despejada, había cumplido mi objetivo de dejar las gafas.

En el segundo semestre del año 1.994 había nacido mi hija y tener una bebe recién nacida en brazos para una madre primeriza, es un regalo del cielo.

Casi a punto de terminar mi licencia de maternidad, un día amanecí con una molestia en un ojo, que en pocos días se convirtió en una infección bacteriana aguda.

Cuando fui a la consulta médica, me mandaron un tratamiento con gotas y antibióticos, regresando a casa con un parche que cubría el ojo para protegerlo.

El tratamiento no sirvió, lavarme la cara era una tortura, con el pasar de los días el ojo enrojecía cada vez estaba más hinchado, generaba cantidades alarmantes e incomodas de pus y fluidos.

En la siguiente consulta el oftalmólogo dijo que la infección seguía creciendo, que el tratamiento no estaba surtiendo efecto y que los antibióticos debían inyectarlos en el mismo ojo.

Cuando me inyectaban el antibiótico en el ojo, ese dolor físico que se asemejaba a una quemazón, me hacía preguntarme ¿Por qué a mí?

Lo peor es que el resultado del cultivo de los fluidos generados por la infección tardaba días para poder saber qué tratamiento podría ser efectivo.

Más doloroso que las inyecciones en el ojo, fue el hecho que el médico dijera que no podía acercarme a mi hija, la infección era contagiosa y había que protegerla.

Me vi obligada a dejar de amamantarla y sacarla de nuestra habitación, así que no podía si quiera acercarme a ella, cuando la escuchaba llorar, yo también lloraba.

La situación me parecía tan injusta, triste y dolorosa, me preguntaba a menudo, ¿Por qué a mí?

Pasado unos días la infección no cedía, varios especialistas me decían que el ojo estaba perdido, que no había nada que hacer, pero que había que operarlo para evitar que la bacteria llegara a la sangre.

El reintegro a la actividad laboral se extendió a través de incapacidades médicas, nada lograba parar la infección ni disminuir el dolor, las molestias y mucho menos el sufrimiento.

Recuerdo que sin parar en silencio me repetía: “Señor no soy digno que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”, era un mantra para intentar lidiar con ese agudo dolor en la cara y la impotencia a la que me enfrentaba.

Finalmente encontramos un médico que como un ángel y como respuesta divina, decidió operarme para intentar sin compromiso alguno y bajo nuestra responsabilidad, detener la infección.

Me operaron un domingo tipo 6 de la tarde, y esa noche oscura del alma que se quedó grabada en mi memoria para siempre, estuve despierta porque cada media hora debían aplicarme una gota en el ojo.

Es en esos momentos sin duda que queda demostrado el amor de una persona, al pasar despierto una noche completa, vigilando tu tratamiento.

Esa noche, la más oscura que he vivido, me preguntaba en silencio ¿Por qué a mí?

Dos días después me dieron de alta aún con el parche, esperando el resultado de los estudios con tratamiento y revisión diaria en la clínica, finalmente cuando llegaron los resultados.

Pasada una semana el tratamiento hizo su efecto, lentamente la infección fue cediendo, no obstante el oftalmólogo nos anunció que la córnea se había lastimado, el ojo no quedaría igual, pero había que esperar para más adelante realizar el trasplante correspondiente.

Pasó casi un mes para que pudiera volver a tener en mis brazos a mi pequeña niña, igualmente para reintegrarme al trabajo.

Poco a poco logré ver como se deshinchaba mi cara, como se curaban las heridas ocasionadas por la goma de los parches adherentes, y mi ojo lentamente se recuperaba.

Esta vivencia íntima, personal de sufrimiento mental/emocional y de dolor físico real, me vino a la mente, luego de leer la historia que te comparto a continuación:

¿Por qué a mí?

“Cuando Arthur Ashe, el legendario jugador estadounidense de tenis, estaba muriendo de SIDA del que se contagió por medio de sangre infectada administrada durante una cirugía del corazón en 1983, recibió cartas de sus fans, uno de los cuales preguntó:

«¿Por qué Dios tuvo que elegirte para una enfermad tan horrible?”

Arthur Ashe contestó:

Hace muchos años unos 50 Millones de niños comenzaron a jugar al tenis, y uno de ellos era yo.
5 Millones aprendieron realmente a jugar al tenis,
500.000 aprendieron Tenis Profesional,
50 mil llegaron al circuito,
5 mil alcanzaron Grand Slam,
50 Llegaron a Wimbledon,
4 Llegaron a la semifinal,
2 Llegaron a la final y nuevamente uno de ellos fui yo.

Cuando estaba celebrando la victoria con la copa en la mano, nunca se me ocurrió preguntarle a Dios

«¿Por qué a mí?»
Así que ahora que estoy con dolor ¿Cómo puedo preguntarle a Dios? 

“¿Por qué a mí?»

¡¡La felicidad te mantiene dulce!!
¡¡Los juicios te mantienen fuerte!!
¡¡Los dolores te mantiene humano!!
¡¡El fracaso te mantiene humilde!!
¡¡El éxito te mantiene brillante!!
¡¡Pero sólo, la fe te mantiene en marcha!!

A veces no estás satisfecho con tu vida, mientras que muchas personas de este mundo sueñan con poder tener tu vida.

Un niño en una granja ve un avión que le sobrevuela y sueña con volar.
Pero, el piloto de ese avión sobrevuela la granja y sueña con volver a casa.

¡¡Así es la vida!! Disfruta la tuya…

Si la riqueza fuera el secreto de la felicidad, los ricos deberían estar bailando por las calles.
Pero sólo los niños pobres hacen eso.
Si el poder garantizara la seguridad, las personas importantes deberían caminar sin guardaespaldas.
Pero sólo aquellos que viven humildemente, sueñan tranquilos.
Si la belleza y la fama atrajeran las relaciones ideales,
las celebridades deberían tener los mejores matrimonios y no es así.

¡Ten fe en ti mismo!

Vive humildemente. Camina humildemente y ¡ama con el corazón!

Una reflexión impresionante, que no habla de religiones, que nos viene bien a todos y por eso su divulgación puede ser valiosa para alguien que ahora se está haciendo la pregunta:

¿Porque yo? o ¿porque a mí?” – Autor: desconocido

 

Las situaciones complejas, dolorosas y de sufrimiento que enfrentamos, definitivamente nos convierten y transforman en seres humanos más fuertes.

Esa etapa de mi vida, fortaleció mi fe, me hizo sentir amada y bendecida, porque tuve cerca de mí personas que fueron como ángeles enviados por Dios.

Con el pasar de los años comprendí que cuestionarme ¿Por qué a mí?, era una actitud de víctima, todo lo que sucede en la vida tiene un porqué y un para qué.

Cambia la forma de ver y enfrentar la vida, pasas de víctima a responsable.

Ser responsable de tu propia vida, es un poder y una percepción compleja pero maravillosa.

Asirnos de la fe, la oración y la esperanza siempre es el camino, dejarnos conducir por el amor que es nuestra esencia, nos convierte en mejores seres humanos.

Hoy no tengo ninguna duda al respecto.

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Si decides hacerlo, muchas gracias. 

Fuentes:

https://pablogarciafortes.wordpress.com/2022/12/11/por-que-yo-por-que-a-mi-anecdota-de-arthur-ashe/

Un comentario de “¿POR QUÉ A MÍ?

  1. Yasmira Martínez dice:

    Interesante las dos historias , pienso q a veces nos pasan cosas en la vida que nos ayuda a ser más fuertes, a unirnos más a Dios , y logramos salir adelante teniendo fé y confianza en uno mismo con la ayuda de Dios y de personas que de verdad nos aman.
    Te admiro Doris Martinez, eres mi ejemplo a seguir.

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