La vida es poesía, la poesía es vida. Doris Martínez.
Suave, lento, despacio, no existe nada más, que el ligero roce que ocasiona el sonido de tus palabras, al acercarse cálidamente a mi oído.
Acércate siempre un poco más, un paso más, no te detengas.
Que tus miradas despierten, la necesidad de percibir tu fragancia.
Convénceme sin palabras.
Que sea tu insistencia permanente a través de acciones, la que logre despertar el deseo, de leerte palmo a palmo.
Sin prisas, con algo de música suave.
Que los suspiros nos orienten, diciendo que es correcto, el camino elegido.
El planeta no se detiene, la galaxia sigue sin curso, mientras tus ojos dicen, que eres lo que he esperado siempre.
Dímelo al oído, tan ligero como una suave brisa, tan caliente como un rayo de sol al mediodía.
Que acercarte a mí, sea sin afanes, como si tuvieras la eternidad para lograrlo.
Siendo capaz de arrancar sorbos de mi alma, convertidos en suspiros.
Acércate lentamente, que tus palabras hechas poesía se queden tatuadas en mi mente, hasta el día de mi muerte.
Que logres convertirte en mi primer pensamiento del día, y el último antes de dejar que el sueño me venza.
Deja que tu sola presencia, simbolice para mí la alegría, con la que empieza un nuevo día.
Logra que la calidez de tu mano, sea lo más deseado por el espacio disponible en la mía.
No te detengas, que el tiempo no perdona, haz que logre olvidar que somos tan efímeros, como la fama.
Que estamos condenados a muerte por mandato divino.
Seguro que envuelta en tu abrazo, olvido que tarde o temprano, polvo de estrella nuevamente seremos.
Deja que te observe sutilmente sin mirarte, que me crea que eres indispensable.
Que mis neuronas se convenzan que te necesito en mi vida, como el aire que respiro.
Ven, intenta que mi corazón aumente su latir al escucharte.
Que las mariposas de colores aleteen en mi barriga, solo con nombrarte.
Haz que mi cuerpo te llame, que ansíe las horas para tocarte.
Convierte el sonido de tus palabras, en la más dulce y mágica melodía.
Despierta tanta confianza en mí, que sea capaz de ir agarrada de tu mano, al cielo con los ojos vendados.
Que tu presencia, haga parte de los anhelos de mi día a día, simbolizando la alegría natural de la vida.
Cómo mágicos imanes, atrayéndonos irremediablemente.
Que este deseo se renueve diariamente, desde ahora hasta el día de la muerte.
Sin importar si la piel envejece, si el cabello se torna cenizamente blanco.
Que no haya lugar del cuerpo, que parezca indeseable o indecente.
Conservando la necesidad de sentir la calidez de cada cuerpo, restándole importancia a las estrías y olvidando la existencia de la celulitis.
Que el alma sabe que la piel envejece, pero sentir este deseo, es una simple demostración de estar vivo.
“Sensual, quien despierta las neuronas, generando un interés tan intenso, que lo sientas en ti, antes que toquen la piel”. Doris Martínez
Fiel a mi intención, de despertar en ti, el deseo por leer, te comparto el Poema #20, de “Veinte Poemas de Amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, ya veces ella también me quiso.
En las noches como está la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdida.
Como para acercarla a mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuanto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdida.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y estos son los últimos versos que yo le escribo.
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