A pesar de lo caprichosa que admito es mi memoria, porque solo me permite traer, lo que considera que debo recordar del pasado.
Con claridad rememoro que leer era en mi casa un pasatiempo habitual, desde antes que el televisor hiciera su ruidosa entrada, a nuestras vidas.
Mi papá traía a la casa novelitas de vaqueros, novelas mexicanas románticas, cuentos de Kaliman, de Memin, entre otros, que diariamente intercambiaba, en alguna librería callejera.
En el tiempo libre, devoramos este material rápidamente porque debía llevarlas al día siguiente para cambio.
Mi mamá también leía todo lo que llegaba a sus manos en su tiempo libre, y nos contaba los nombres de libros interesantes que habían leído sus hermanos.
Siempre insistía en que mis hermanos y yo leyéramos, ella compraba enciclopedias que nos ayudaban con las tareas escolares, había libros en casa desde que recuerdo, empezando por la biblia, la cual sigue siendo lectura diaria obligatoria.
Así que leer era desde entonces en mi vida, una actividad cotidiana.
También recuerdo que en el primer año de secundaria, leer un libro era obligatorio dentro de la actividad escolar.
Nunca he olvidado la tortura que fue para mí, ese año, leer el Carnero de Juan Rodriguez Freyle, no obstante ser un importante libro de historia colombiana.
Considero que no es un libro para leer, preadolescentes de once años, menos si hay una evaluación involucrada, que genera miedo, ante un libro que causaba sueño, solo con abrirlo.
Pienso que algo tan desacertado como esto logra que los jóvenes huyan de la lectura, que leer les parezca una actividad aburrida y que no les despierte el más mínimo interés.
Admito también que he leído voluntariamente, desde que descubrí en los libros un refugio, para abstraerme de los sucesos a mí alrededor.
Esto sucedió cuando estaba en la adolescencia, por allá por los trece (13) años, esa fue una época en la que la realidad a la que me asomaba era estremecedora, como el inesperado chorro de agua helada de la ducha, que cae directo a la cabeza.
Leer para mí, era un escape consciente, porque me permitía evadirme de la realidad, mientras leía y me sumergía en las historias de los libros, mi vida en ese momento, dolorosa, sufrida y sin sentido, desaparecía.
Nunca he olvidado los seis meses posteriores a que terminé la secundaria, dado que no pasé en la universidad para estudiar medicina, como tenía tanto tiempo disponible.
Estudié todo el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, cada día intentaba aprender 10 palabras y su significado, admito que muchas hoy, he olvidado.
Este pasatiempo, significó para mí un enriquecimiento de mi vocabulario porque me fascinaba usar sinonimos y antonimos al hablar con una persona.
Cuando empecé a leer novelas como Cien Años de Soledad o la Dama de las Camelias o El Emilio, tan complejas y extensas, creí para mí, que los escritores eran extraterrestres, o que si eran de este planeta tenían en su mente, algo muy especial.
Sonrío al recordarlo aún en días sombríos, esos en los que trato de encontrar una explicación lógica/emocional, al hecho que una mujer que tuvo que leer libros de Administración de Empresas, casi cómo única opción en un momento de su vida universitaria.
Que ha leído para su desempeño laboral por más de treinta años, temas comerciales, de mercadeo y de servicio al cliente, más que temas administrativos.
Se ha visto enfrentada a la complejidad y turbulencia de la vida familiar, estudiantil y laboral, leyendo horas, muchas horas y más horas, todo tipo de lecturas para aprender a enfrentar su realidad.
Buscando respuestas a sus múltiples cuestionamientos en los libros, fueran novelas, poesía, literatura, autoayuda, filosofía, entre otros.
En una época de asombro, miedo y desconcierto para la humanidad, como la de la pandemia, pensó que podía dedicar lo que le queda, del resto de su vida, a escribir.
Con el objetivo claro de guiar, orientar, inspirar e invitar a otras personas a leer, como medio para convertirse en mejor ser humano y desarrollar todo el potencial que llevamos dentro.
Para ayudarme en mí objetivo, de encontrar una explicación a este sueño, motivado también por el Sr. Carlos Morales, con el apoyo incondicional de mi hija.
He buscado en google referencias sobre la importancia, beneficios y consecuencias que tiene para el ser humano, leer.
Al teclear “beneficios de leer”, me resultó la increíble cifra de 287.000.000 de resultados de búsquedas.
Al teclear solamente la palabra “leer”, me resultó una cifra aún más elevada de 2.530.000.000 de resultados de búsquedas.
Así sucesivamente, todo lo relacionado con la acción de leer, tiene incontables búsquedas en internet.
Esto para mí, traduce que es una actividad muy significativa y considerada valiosa, para gran parte de la humanidad.
Tanto así que se escriben y venden centenares de libros al año, de todo tipo, de todos los temas, de diversos autores alrededor del mundo, en todos los idiomas y dialectos existentes.
Demostrando que leer es una actividad que despierta interés a pocas personas que conozco, pero, sin duda alguna es una decisión consciente para muchas otras, que comprenden su importancia y valor.
Sin embargo, aún en mis noches oscuras de insomnios y dudas existenciales, pienso que he leído mucho, y mi otra yo, me dice muy bajo en el cerebro: no tanto como crees, mira las listas interminables de libros pendientes por leer.
Al intentar conciliar el sueño nuevamente, me digo: no he leído tanto, pero estoy tan llena de historias no contadas, de palabras no dichas, de recuerdos no expresados, que todo lo que quiero es escribir, escribir y escribir.
Eso hago en la actualidad, escribo notas, a veces solo frases, otras veces historias, en otros momentos solo recuerdos, en algunas oportunidades escribo planteamientos y muchas veces auto cuestionamientos.
Investigo sobre diversos temas que pienso pueden ayudar a mejorar, leo fábulas y cuentos, escucho audios y charlas Ted, y mis manos que a veces parece que tienen voluntad propia buscan un lápiz o un teclado, para escribir.
Tejo historias con palabras, buscando cómo llegar y quedarme en ti.
También escribo poemas unos románticos, otros de tristeza y lamentos, buscando quedarme en tu memoria, como opción para despertar tus ganas de leer un viernes por la tarde.
Hoy me pregunto:
¿Son mis escritos lo suficientemente atractivos, llamativos e influyentes, para lograr despertar en ti, el interés por leer?
¿Pueden mis escritos, darte una mano para transformar tu vida y servirte de guía para desarrollar todo el potencial que llevas dentro?
Estas preguntas no abandonan mi mente a ninguna hora.
Fuentes:
https://www.ted.com/talks/luke_bakic_the_power_and_importance_of_reading/transcript?language=es