“Enseñamos a las niñas a tener vergüenza: Cierra las piernas, tápate. Les hacemos sentir que, por el hecho de nacer mujeres, ya son culpables de algo.
Así las niñas crecen y se convierten en mujeres que no pueden decir que tienen deseos.
Crecen para ser mujeres que se silencian a sí mismas.
Crecen para ser mujeres que no pueden decir lo que realmente piensan.
Lo peor que le hacemos a las niñas, es que crecen para convertirse en mujeres que hacen de la simulación una forma de arte.”Chimamanda Ngozi Adichie / Enugu Nigeria
Me contó Meena que tenía 20 años de matrimonio, tres (3) hijos, una relación estable económicamente hablando, aunque el dinero no fue suficiente durante el transcurrir de ese tiempo para invertir en una vivienda propia, seguían como familia con ese pendiente aún después de ver a sus hijos convertirse en adolescentes.
Tenía una relación de pareja que se convirtió en rutina, en la que imperaban los roles habituales de hombre que trabaja y mujer que mantiene la casa, cría, educa y orienta a los hijos.
Una mujer que con el transcurrir del tiempo, va observando que el amor y la atracción ha ido lentamente desapareciendo de la relación, comunicar sus necesidades, sus inquietudes, sus deseos más secretos.
Sin embargo, su pareja, solicita en las noches que cumpla con su papel de esposa, no importa si se desea o no tener relaciones sexuales, no importa si ella siente placer o no.
Su esposo estaba tan distraído en su propia vida, le importaba en las noches su propio placer, no notaba que para ella poder experimentarlo, tenía que buscarlo ella misma, una vez que él terminaba.
También en muchas ocasiones fingía el orgasmo, como mecanismo para que el contacto sexual fuera rápido.
La costumbre se había adueñado de la relación, cuando trataba de conversar con su esposo del tema, este lo evadía, o le decía que ella era su mujer y punto.
El pasar de los años, la rutina, se fue llevando la relación, entre enojos, palabras bruscas, algunas veces ofensivas y hasta algo de violencia psicológica, con grandes cantidades de ausencias de afecto o demostraciones de este.
Las fechas especiales solo eran la oportunidad, para que ella cocinara como siempre, algún plato especial, no había detalles, no había flores, solo rutina.
Muchas veces sentía que algo faltaba a su vida, pero no se podía explicar a sí misma, que era ese vacío que la acompañaba en muchas oportunidades. Lo llenaba con sus actividades de madre que le colmaban gran parte de su tiempo.
Un día cualquiera llegó un joven a la casa a realizar una reparación locativa, porque siempre que en la casa se requería reparar algo, aunque fuera menor, su compañero de vida le decía que buscara a alguien, que se encargara de eso, era su deber, él daba el dinero y ella debía resolverlo.
Este joven al que se dirigió solo para darle instrucciones, que para ella en principio pasó desapercibido, que no pudo resolver la situación porque faltaba algunos elementos y que posteriormente volvió a la casa para resolver el pendiente.
A través de un mensaje de texto días después le pide disculpas por su atrevimiento, pero quería hacerle saber que observó que ella tiene un hermoso cabello.
El mismo cabello que había decidido cortar unos días antes, porque su esposo le había dicho en repetidas ocasiones que ya no tenía edad para andar con el cabello largo.
Meena me cuenta que este halago no solo la sorprendió, también la hizo pensar en ella misma como ser humano, en cómo había llevado su vida los últimos años.
Se miró al espejo al terminar sus ejercicios matutinos y de repente pudo observar que, a sus cuarenta y dos (42) años, a pesar de todas sus obligaciones, aunque a veces lo olvidaba seguía siendo una mujer.
Aunque le costaba creerlo, inclusive sin salir a buscarlo la vida le había regalado, enviando a la puerta de su casa a un enamorado, a esta edad, se sonreía al pensarlo.
La vida le estaba regalando sin buscarla, una nueva oportunidad, se preguntaba a menudo. ¿Se atrevería a tomar esta oportunidad?
Quiso varias veces hablar con su esposo, de sus sueños, de sus miedos, de sus inquietudes, con el fin de encontrar un motivo, una esperanza quizás de salvar una relación que sabía había fallecido hacía años.
Se arreglaba un poco más para esperarlo llegar en las noches, con el fin de obtener una palabra amable, un halago, un gesto tal vez que le dijera que sí existía una oportunidad para los dos.
Todo con el fin de quitar de su cabeza, las palabras de halago que empezaron a llegar a su celular, en las que leía que era hermosa, que era evidente que lo había olvidado, que era inteligente, saltaba a la vista, le decía.
Su esposo, no estaba interesado en escucharla, ella era parte de la casa, debía cumplir con sus responsabilidades y obligaciones, siempre tenía que estar disponible para lo que él, sus hijos y la casa, la necesitaran.
Ella leía los mensajes que empezaron a llegar sin falta cada día, al principio solo eran de saludo, de interés en sus actividades diarias, preguntando por sus gustos, por las cosas que la hacían feliz, por sus sueños, por sus motivos para vivir.
La hacían pensar en muchos temas que para ella estaban olvidados, los mensajes eran sugerentes, la invitaban a pensar en ella misma como ser humano, como mujer, sin abandonar los roles de ama de casa y de madre.
Así pasaron meses en ese intercambio de mensajes, que se volvió parte de su día, le daba mucha curiosidad esa insistencia y persistencia, se sentía alegre, con un nuevo motivo.
Un día cualquiera sin pensarlo dos veces, aceptó una cita para conocerlo, y preguntarle mirando a sus ojos, qué era lo que buscaba con ella.
Me cuenta Meena, que hacía muchos años no había sentido el temor de ser descubierta haciendo algo que a todas luces parecía indebido.
Pero que tampoco nunca se imaginó el torbellino de emociones desatadas, a partir de ese momento. Su vida cambió radical y totalmente.
Empezó a pensar en ella misma, en los planes que no tenía, en los sueños en los que no pensaba, porque se limitaba a cumplir sus roles de la mejor manera, sus actividades como madre ocupaban casi todo su tiempo.
Solicitó a su esposo la separación, no quería llevar una doble vida y menos exponerse a ser juzgada o criticada, sobre todo por sus hijos. Pero ya no quería seguir en esa relación, de algo estaba segura, amor por él ya no sentía.
Obviamente se negó, le dijo que ella era su esposa, que no le creía el cuento de que podía dejar de amarlo, que tenían que buscar la manera de recuperar su relación, que no estuviera leyendo tanto, que se estaba llenando la cabeza de cuentos.
Intentó ser más amable, tener algún detalle ocasional, pero en la cama la conexión de dos almas se había acabado, había desaparecido.
Ella seguía siendo para él, una parte segura de un hogar que ya no existía, porque la pareja que lo conformaba había desaparecido con el pasar de los años y una colección de desagradables experiencias vividas.
Pero ya no había marcha atrás, corrió el riesgo y se atrevió a hablar con sus hijos, les contó su historia y la situación con detalles, a riesgo que pudieran juzgarla o criticarla, pero encontró acogida entre ellos, la consideraban una buena madre, con derecho a perseguir su felicidad.
Inclusive su hija mayor, le dijo mami, nadie va a ser feliz por ti.
Cambió de país, consiguió un trabajo, se comprobó así misma que aún tenía fuerzas para seguir adelante, luchando por su nueva vida lejos de la rutina.
Sigue en esta nueva ubicación geográfica manteniendo la relación que inició con su enamorado, aunque en la actualidad viven en sitios lejanos.
Se citan, se encuentran, comparten tiempo juntos, conviven en algunas oportunidades, y me cuenta ella, que ha experimentado la más gratificante, sensual y placentera experiencia en el último año.
Hacía ratos que había olvidado lo que era sentir que la piel se erizaba al contacto con la piel de otro ser humano. Pero uno, que se comunica contigo solo con el roce de la piel, me dijo sonriendo.
No tenía idea lo que era una colección de besos cálidos y apasionados recorriendo palmo a palmo cada centímetro de su cuerpo, había olvidado cómo enciende y acalora el amor, la piel.
No sabía lo que era un orgasmo con alguien a quien le interesaba y se dedicaba a que ella lo sintiera, y menos que podía experimentar orgasmos múltiples, ocasionados entre otros por el placer de mirar fijo a sus ojos, mientras hacían el amor.
Se siente y se ve como una mujer rejuvenecida, agradecida con la vida por lo que está viviendo, que nunca imaginó, pensó ni salió a buscar, pero que hoy le hace pensar, que vale la pena, haber corrido el riesgo, después de haber vivido muchos años solo pensando en cumplir sus responsabilidades.
En este momento, con su enamorado planean a futuro una vida juntos, aunque no es lo primordial en este momento para ella.
Porque esta relación también ha significado, la expresión de su ser más íntimo, la comprensión de que para cambiar la forma de vivir, se necesita valentía, que es una mujer en toda la extensión de la palabra y se siente orgullosa de eso.
Su ex esposo sigue sin aceptar el proceso de separación, insistiendo en que es imposible que haya dejado de amarle y menos que haya decidido echar toda una vida en familia por la borda.
Meena, se siente feliz, plena, realizada, se siente una mujer fuerte, valiente, inteligente, atrevida, yo me siento feliz por su felicidad.
Me siento emocionada de contar esta historia, por la confianza depositada en Atreveix por mi amiga, ella me autorizó publicarla, gracias a un artículo que leyó en Atreveix.
Quiere que otras mujeres piensen, que pueden ser capaces de cambiar su vida, sin importar la edad y los riesgos. Sin tener que fingir ni cumplir un papel, sin ocultar ni callar su sentir.
Hoy pienso desde Atreveix, que es nuestro deber insistir en perseguir nuestros sueños, somos responsables de lo que hacemos con nuestra vida y cada decisión que tomamos y sus consecuencias de las cuales no escapamos, son las que le dan sentido a nuestro diario vivir.
Amiga, te dedico una canción, se llama SUEÑA, porque así vivamos situaciones complejas, que a la luz del pensamiento de otras personas puedan parecer equivocadas, necesitamos correr el riesgo de vivir.
Te comparto el enlace del video de la canción SUEÑA: