“El ser humano es una criatura mental.” – Brian Tracy
En esa búsqueda incesante de encontrar respuestas, a los muchos interrogantes que he tenido dado vueltas en mi cabeza desde siempre.
Relacionadas con mi muy bien guardada inseguridad, con el miedo de lo que pueda pasar, esa sensación de obligarme a callar mis pensamientos y una clara percepción de sufrimiento sin saber porque.
Pagué una consulta para visitar un psiquiatra.
Lo chistoso de esta historia, es que después de indagar con una voz muy tranquila, los motivos de mi consulta.
De manera brusca y fijándome sus ojos color café por encima de los anteojos, me pregunta:
¿En qué piensas, cuándo piensas?
Me contaba mi amiga Eugenia, que se quedó muda.
Ella nunca antes se había detenido a pensar, en qué pensaba cuando pensaba porque el torrente de miles de pensamientos de cada día eran tantos, que no se detenía en ninguno.
Su mente viajaba desde su niñez pasando por su adolescencia, hasta su vida actual, con quejas y preguntas permanentes.
El médico, la volvió a la realidad, repitiendo lenta y pausadamente la pregunta:
¿En qué piensas cuando piensas?
Eugenia seguía sin poder articular palabra, no entendía porque era tan importante responder esta pregunta, para continuar con la consulta.
Seguidamente éste buscó en el cajón de su escritorio, sacó una hoja de papel en blanco, se la extendió y le pidió que hiciera una lista de los pensamientos que repetía en su mente diariamente.
Diciéndole que para continuar con su consulta, necesitaba que pensara en la respuesta a esa pregunta.
Jugó unos minutos con el fino bolígrafo, mientras pensaba en cuáles eran sus pensamientos habituales.
Pensó en escribir unas cuantas mentiras y salir de allí rápidamente, se rio para sí misma, no era buena idea, al fin y al cabo estaba en el consultorio de unos de los más prestigiosos y costosos psiquiatras de la ciudad.
Se dijo así misma: pongamos seriedad a lo que vine a buscar, respuestas.
¿En qué pienso, cuándo pienso?
Pensó y escribió que desde hacía mucho tiempo, desde muy joven, sufría de insomnio, que se dormía muy tarde en la noche, casi la madrugada.
Nunca había confesado que temía quedarse dormida y no darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
Era para ella, un pensamiento y pregunta recurrente, el porqué de su incapacidad para dormir temprano y el miedo que acompañaba ésta.
También se detuvo y recordó que un pensamiento diario matutino era, no tengo ganas de nada, no importa si la hora en que se despertaba eran las 5:00 o las 11:00 am.
Vinieron a su mente nuevamente esos pensamientos de miedo permanente, que no compartía con nadie, pero que hacía parte de su vida.
Miedo a no sabía qué, pero era real, ese que de repente le hacía palpitar fuertemente el corazón, la hacía llorar sin ninguna razón, se sentía en peligro, sin poder explicar por qué.
Escribió que pensaba en la soledad, se sentía sola, había un velo que la separaba del mundo, así fue cuando asistía a clases, cuando iba a bailes y ahora en el trabajo.
Eugenia escribió que en muchas oportunidades, pensaba que su vida era solo un pasar de cada día yendo a ninguna parte.
Escribió que pensaba en viajes, desde que Google llegó a su vida, había visitado a través de la pantalla del computador, muchos sitios hermosos, a los que pensaba que quería conocer.
Esa era una chispa de luz momentánea, en medio de su oscuridad mental permanente.
Pensaba en preguntas: porqué había nacido en ese sitio, por qué esos padres que no le inspiraban confianza, por qué ese cuerpo en el que se sentía extraña.
Le molestaba reconocerlo, pero también pensó en la falta de dinero, y el pensamiento constante de que éste no alcanzaba.
Se preguntó, si tenía sentido comentar esto con un desconocido, aunque fuera médico, pensó que igual ya había pagado la consulta, que más le daba.
Cuando terminó de escribir, y lo anunció, el doctor le pidió que leyera en voz alta lo que había escrito, repitiendo la pregunta:
¿En qué piensas, cuándo piensas?
Sin pensarlo dos (2) veces leyó los garabatos que había escrito con toda la fuerza que su voz le permitía, ya estaba exasperada con la pregunta recurrente.
Cuándo terminó sentía que el corazón le latía en todo el cuerpo, miró a los ojos al médico, que le dijo:
Las respuestas a tus dudas e inquietudes, a tus miedos y tormentos, acabas de escribirlos y describirlos:
¡Son tus pensamientos!.
Continúo diciendo el médico: muchas personas que vienen a consulta, igual que tú, no tienen ningún problema mental determinado.
Solo se quejan, tienen miedo, desarrollan ansiedad y pánico que las inmoviliza.
El motivo principal es que nunca aprendieron a controlar y manejar sus pensamientos, contrario a eso, los pensamientos los controlan y dominan como si fueran entes vivos.
Continúo diciendo: ¡los seres humanos son seres mentales, pensantes!.
Existen unas leyes mentales que gobiernan nuestra vida, nos guste o no, lo creamos o no.
Los seres humanos al desconocerlas, viven como corchos a la deriva en una corriente, eso explica tu sensación permanente de ir a ninguna parte.
El miedo por irracional que sea, lo puedes aprender a manejar, si logras controlar los pensamientos que te llevan a experimentarlo.
Terminó Eugenia su relato contándome que el psiquiatra no le mandó ninguna terapia ni medicación, que también era un temor que ella tenía, porque sabía eran bastante costosas y la verdad no tenía recursos para ellas.
Le dio sin costo una siguiente cita en un mes, dándole un material para leer, analizar, memorizar y aplicar en sus pensamientos.
Debía aprender y pensar cómo utilizar este material en este mes, para ir cambiando lentamente, poco a poco, cada día, por nuevos pensamientos.
Le dijo lenta y pausadamente: Tus pensamientos y como los piensas determinan tus valores.
Tus pensamientos, lo que pienses acerca de cualquier situación determina tus sentimientos, si eres feliz o infeliz, si tienes miedo o confianza, estos sentimientos son los que finalmente determinan tu conducta, las acciones que tomas en tu diario vivir.
Las acciones diarias determinan con exactitud lo que percibes como éxito o fracaso.
Antes de salir del consultorio, cuando se levantó de la silla, le dijo de una marea cálida y amable:
¡CAMBIA TUS PENSAMIENTOS Y CAMBIARÁ TU VIDA!.
Fiel a mi propósito de compartir sabiduría te dejo el enlace con un resumen del material que el psiquiatra, le ordenó a Eugenia que aprendiera:
https://itsmyownworld.wordpress.com/las-siete-leyes-naturales-mentales/
Si prefieres obtener información al respecto en un vídeo, también te dejo el enlace: