Hace unos días mientras observaba el comportamiento de las personas en una cafetería, escuchaba con atención las conversaciones que sostenían, describo algunas a continuación:
Estoy preocupada, no logro dormir, mi hermano tiene tres semanas que no trabaja, y yo estos días he trabajado poco, no sé cómo vamos a pagar el valor del arriendo a fin de mes.
El precio de los artículos ha subido tanto, las ventas han disminuido, me preocupa que el dueño decida cerrar el negocio y quedarme sin trabajo.
Tengo una entrevista de trabajo el lunes, me preocupa si no soy elegido, no sé qué voy a hacer con todas las deudas que tengo.
Si no obtengo la nota que necesito en el examen final de matemáticas, perderé el año escolar, me siento muy preocupado.
Durante todo el año no me han subido el salario, pero los precios de la comida, han subido varias veces, todos los meses es igual, me preocupa saber si el dinero me va a alcanzar hasta fin de mes.
Me preocupa la salud de mi mamá, en el último mes ha ingresado y salido del hospital más de tres veces, su presión arterial inestable no me deja dormir.
Si no logro el presupuesto de venta este mes, me van a despedir de la empresa, me he empezado a enfermar del estómago de tanta angustia.
Hace años no amo a mi esposo, quisiera que lo notara, pero me preocupa cómo voy a seguir viviendo sin él, estoy tan acostumbrada a su compañía.
Así sucesivamente, cada uno compartía sus preocupaciones, como si no hubiera otro tema de conversación.
Me quedé cavilando un rato y me dije a mi misma:
Dime, ¿qué te preocupa?
Sonreí al pensar que la lista casi era interminable.
Dicen los conocedores de los temas mentales, que los pensamientos de preocupación que mantenemos constantemente en la cabeza, no nos dejan vivir con un poco de tranquilidad lo único que realmente tenemos, el momento presente, aquí y ahora.
¿Por qué?
Porque habitualmente estamos preocupados por cosas del pasado o del futuro y estamos condicionados desde muy pequeños a pensar negativamente y esperando con total seguridad, eventos y sucesos negativos.
¿Qué sucede en el cuerpo cuando estamos preocupados? o ¿cuándo pensamos cosas que nos preocupan?
Voy a intentar dar respuesta a los interrogantes a través del fragmento de un libro que he leído y lo expresa con claridad:
“Cuando pensamos en cosas que nos preocupan, esos pensamientos tienen en el cuerpo un impacto similar a una situación real.
Porque la mente y el cuerpo no saben distinguir una de otra.
Cada vez que imaginamos algo que nos agobia, que nos angustia, se activa en el organismo el mismo sistema de alerta que si fuera real, y se libera el cortisol que sería necesario para hacer frente a esa amenaza.
Las preocupaciones o la sensación de peligro prolongada —real o imaginaria— pueden aumentar los niveles de cortisol hasta un 50 por 100 por encima de lo recomendable.
El cuerpo y sus sistemas de defensa, no se pone en marcha únicamente ante un peligro real o una amenaza.
También se activa ¡de la misma manera! Ante la inquietud que generan las preocupaciones de poder perder nuestro trabajo o nuestros bienes o ante la posibilidad de que peligre nuestro prestigio, una amistad o nuestra posición social en la comunidad o en un grupo determinado.
El cortisol es una hormona cíclica y posee un patrón que sigue habitualmente el ritmo de la luz: se libera más al despertarse, lo que resulta en cierto modo beneficioso para activarnos por las mañanas, luego decrece de manera progresiva a lo largo del día y durante la noche su nivel es bajo, para poder descansar.
Pero.
Cuando el cortisol se eleva de forma crónica pasa a comportarse en el cuerpo como un agente tóxico, generando una respuesta inflamatoria en el organismo, que acaba siendo precursor de todo tipo de enfermedades psicosomáticas.
Esta sintomatología se produce a tres niveles: físico, psicológico y conductual o de comportamiento
FÍSICO
Te enumero algunos: caída de pelo —alopecia—, temblor de ojo, sudoración excesiva de manos y pies, sequedad de la piel, sensación de nudo en la garganta, opresión en el pecho, sensación de ahogo, taquicardias, parestesias —adormecimiento de extremidades —, problemas y cambios gastrointestinales, colon irritable, dolores musculares, problemas en la tiroides, migrañas, tics, arrugas, manchas, artritis, fibromialgias.
En mujeres es muy frecuente que se vea alterado el ciclo menstrual, ya que las hormonas responsables de este son especialmente sensibles al estrés.
¿Por qué me duele todo?
Golpearse, hacerse heridas, caerse… forma parte de la vida de cualquiera. El organismo responde ante ese accidente poniendo en marcha los mecanismos de auto curación, entre ellos, la inflamación.
Esta respuesta es buena y sana porque previene el cuerpo de infecciones y de males peores ayudando a reparar el daño producido en las células y de los tejidos. Esa rigidez en la musculatura —que provoca facilidad de roturas
de fibras—, la sensación de dolor constante, de pesadez, tirantez o contracciones que todos hemos experimentado, tienen una explicación cuya causa última no siempre está en el aparato locomotor. El estrés mantenido de forma crónica, la falta de ejercicio sano o la alimentación son algunas de las causas de ese dolor constante.
Esta es una de las razones por las que hoy se abusa de los AINES, fármacos antiinflamatorios como el ibuprofeno.
Los dolores musculares no solo son debidos a la inflamación provocada por el mecanismo adrenal-cortisol-inmunológico, sino por la activación del sistema nervioso simpático que conduce de forma involuntaria al cuerpo a adoptar una postura defensiva.
A veces esas molestias musculares son muy intensas en la zona mandibular —trastorno de la ATM, articulación temporo-mandibular—. Se producen debido a un movimiento constante de apretar los dientes —bruxismo—, que acaban desgastándolos y dañando la articulación de la mandíbula. El bruxismo es especialmente intenso durante la noche. Hoy es muy común dormir con aparatos adaptados para este problema.
PSICOLÓGICO
Se produce un cambio en los patrones de sueño, irritabilidad, tristeza, incapacidad para el disfrute, apatía y abulia.
En un estado permanente de alerta surgen fallos de concentración y/o de memoria, etc.
La ansiedad permanente es la puerta deslizante hacia la depresión. Muchas depresiones provienen de vivir alerta durante largos periodos de tiempo.
La memoria es muy sensible a los niveles de cortisol. El hipocampo es la zona del cerebro responsable del aprendizaje y de la memoria, y se ve afectada directamente por cambios en los niveles de cortisol.
Seguro que te habrá pasado: llegas a un examen que llevabas más o menos bien preparado pero al que acudes muy nervioso y te quedas en blanco. ¡Pero si te lo habías estudiado! Explicado de forma sencilla: lo que te ha sucedido es que has bloqueado tu hipocampo por culpa de un aumento súbito de cortisol.
Esos nervios anticipatorios, cuya fuente es un «y si suspendo, qué va a pasar, no me acuerdo, seguro que me preguntan lo que no me sé…», bloquean el hipocampo y la memoria, provocando que nuestros temores, inicialmente infundados, se hagan realidad.
CONDUCTUAL
Con altos niveles de cortisol uno tiende al aislamiento, no le apetece ver a sus amigos o familiares. Le cuesta iniciar una conversación y esquiva las actividades habituales. Por otra parte, se muestra inexpresivo en actos sociales, sin ganas de abrirse a otros.”
Lo interesante de este tema, es el aprendizaje que he obtenido al comprender que los pensamientos negativos, de angustia, de tristeza, de preocupación con los que habitualmente vivimos, van enfermando sin que nos demos cuenta, lentamente el cuerpo y la mente.
Curiosamente, aseguran los estudiosos del tema, que la mayor parte de las cosas que nos inquietan o preocupan, está demostrado que más del 90% NUNCA SUCEDEN.
Ahora me dedico a examinar mis pensamientos, intentando respirar conscientemente, hacer contacto con el aquí y el ahora, buscando mecanismos que ayuden a mi cuerpo a liberar oxitocina.
Tratando de liberar mi cuerpo del cortisol crónico que puedo dar fe, lo ha habitado por años, gracias a los constantes pensamientos de preocupación que me han atacado sin descanso, por muchos años.
Ahora te pregunto:
Dime, ¿qué te preocupa?
Cumpliendo mi propósito de compartir sabiduría, te dejo un cuento muy bonito relacionado con el tema, para reflexionar:
El árbol de las preocupaciones
Un rico comerciante contrató a un carpintero para restaurar una antigua casa colonial. Como el comerciante era de esas personas a las que les gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el trabajo no quedase bien, decidió pasar un día en la casa, para ver cómo iban las obras.
Al final de la jornada, se dio cuenta de que el carpintero había trabajado mucho, a pesar de que había sufrido varios contratiempos.
Para completar el día de mala suerte, el coche también se negó a funcionar así que el empresario se ofreció para llevarle a casa.
El carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enojado y preocupado por todos los contratiempos que había tenido a lo largo del día.
Sin embargo, al llegar invitó al comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus ramas durante pocos minutos.
Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: parecía un hombre feliz.
La cena transcurrió entre risas y animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó al comerciante al coche.
Cuando pasaron por delante del árbol, este le preguntó:
– ¿Qué tiene de especial ese árbol?
Antes de entrar estabas enojado y preocupado y después de tocarlo eras otro hombre.
– Ese es el árbol de los problemas – le respondió el carpintero. –
Soy consciente de que no puedo evitar los contratiempos en el trabajo pero no tengo por qué llevarme las preocupaciones a casa.
Cuando toco sus ramas, dejo ahí las preocupaciones y las recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo.
Lo interesante es que cada mañana encuentro menos motivos para preocuparme que los que dejé el día anterior.
Esa noche, el rico comerciante aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida. – ANONIMO.
Fuentes: