“El vacío de la ausencia solo lo llena para algunos la esperanza, para otros la convicción de volver algún día, a su tierra querida.”
– Doris Martínez
Llueve sin descanso, las personas corren de un lado a otro unos con paraguas otros con impermeables, algunos como románticos enamorados caminan de la mano mirándose sin que les importe mojarse.
Los mas jóvenes patean los charcos de manera divertida y los que van en los carros de forma inclemente intentan con la velocidad, mojar a los que caminan apresurados por la acera, que les gritan palabrotas muy groseras.
Mientras los desplazados de su país natal, esos que ahora con un gigante nudo en la garganta y escuchan como un himno, unas veces la canción la tierra del olvido, otras veces la canción la foto de los dos*.
Marchan al amanecer bajo la lluvia, en su alma los vientos huracanados de sufrimiento sacuden su andar, sin que nadie lo note, sin que siquiera su compañero de cuarto lo perciba.
A ellos no les importa mojarse, igual llevan empapada el alma, el frío que va dejando el agua que cae en cascadas del cielo, no calma su amarga sentencia.
Al mirar al horizonte, el gris oscuro de las amenazantes nubes indica que la lluvia sigue, mientras el viento silbando alegremente juega con los árboles, haciendo que se suelten las hojas libremente.
Este húmedo y bello paisaje no calma su melancolía, tampoco los ayuda a dar respuesta a la pregunta incesante en su mente, ¿porque la vida cruelmente me obliga a estar lejos de mi tierra?
Los desplazados, esa extraña mezcla de etnias de todos lados del mundo, a la que los problemas económicos y políticos de su país, los obligo a vivir exiliados con el alma en llamas.
Han venido al país del norte, en la búsqueda del sueño americano, la mayoría lo han encontrado porque el cansancio de tantas horas de trabajo pesado los mantiene somnolientos y aletargados.
Muchos transitan bajo la lluvia drogados, ausentes, con la mirada perdida, los labios secos y acartonados, caminando a ninguna parte, arrastrando el peso de su soledad infinita.
Otros hacen fila esperando que la licorería abra sus puertas, sin importarles que la lluvia los empape, buscando en una botella de cerveza o de cualquier tipo de ron, tequila, brandy o vodka calmar las angustias que les ofrece la ausencia.
Los desplazados, esos cuyo corazón herido llora sin que nadie lo note ni lo perciba, sin que sus familiares en la lejanía puedan comprender su agonía, no saben que la distancia se ha robado su alegría.
Ellos saben que han dejado la mitad de su vida en su lugar de origen, saben que no verán crecer a sus hijos. En este sitio lejano, hombres y mujeres viven historias parecidas.
Comprenden lo que significa estar detenidos en un lugar sin tiempo, porque este transcurre inexorablemente, presos de una situación económica no elegida.
Son conscientes que el tiempo no perdona, muchos han arriesgado su vida tratando de encontrar la dignidad perdida en la pobreza de un país, en el que trabajo no encuentran y las oportunidades han desaparecido.
Los desplazados esos que ahogan la angustia de la lejanía con cigarros que enferman sus pulmones, pero no les importa porque ese calor no llega a calentar el alma ni calma sus dolores.
Ellos sufren depresión silenciosa y aguda, sus crisis de ansiedad no tienen cura, porque los dólares que ganan no alcanzan para sus gastos básicos en dólares, cubrir gastos a su familia en su país, pagar las deudas y que sea suficiente para ahorrar millones.
Muchos duermen en sus carros, porque lo que ganan intentan mandarlo en su totalidad a sus familiares lejanos, otros han formado nuevas familias intentando ahogar los fantasmas de la espantosa soledad que los agobia.
Las videollamadas no son suficientes para ahuyentar las voces del silencio que se van acumulando en su alma, porque entre llamada y llamada lo esencial se queda en el aire.
Esas palabras no dichas, esas emociones no contadas, se van amontonando en ese lugar en el que se comunican el cuerpo y el alma, causando costras dolorosas de ausencias.
Los desplazados esos seres lastimados por la inestabilidad de la vida, cuentan llenos de nostalgia historias de los seres queridos que dejaron en su país, en una especie de acuerdo de olvido.
Sueñan despiertos recordando bellos momentos vividos, momentos que no volverán, porque humana y físicamente no puedes estar en dos lugares al mismo tiempo.
Son conscientes que están buscando para ellos y su familia una mejor vida. ¿Cuál vida?
Las canciones que menciono en estas líneas son interpretadas por Carlos Vives, te comparto los enlaces de las letras:
https://www.google.com/search?client=firefox-b-1-d&q=letra+la+tierra+del+olvido
https://www.google.com/search?client=firefox-b-1-d&q=carlos+vives+y+la+letra+de+volver+a+mi+pueblo
Comparto esta información por considerarla valiosa, las personas que se han visto obligadas por diferentes circunstancias a ir a vivir otro sitio geográfico, viven dramas inimaginables, que nadie conoce, que nadie cuenta.
Aunque los números son fríos, ayudan a comprender esta situación compleja, por eso te comparto los datos estadísticos en el siguiente enlace.
https://www.epdata.es/datos/desplazados-forzosos-mundo-datos-graficos/397