LOS NIÑOS PEDIMOS POCO

“Diosito, tú que eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra, quiero pedirte un favor:
Transfórmame en un celular…
Para que mis padres me cuiden como lo cuidan a él.
Para que me miren con el mismo interés que mi mamá mira su WhatsApp o sus redes sociales.
Para que mi papá me atienda con la misma atención que atiende las noticias mundiales, mientras mira su celular.
Quiero hablar como lo hacen las personas que llaman a mi mamá al celular, porque cuando la llaman, ella me pide que me calle, para escuchar sin interrupciones y con atención.
Quiero que mis papás se preocupen por mí, tanto como lo hacen cuando le sucede algo a su celular.
Quiero ser un celular para ser el mejor amigo de mis padres y su persona favorita.
Quiero que mis padres mantengan su mirada y atención en mí, por muchas horas, o que me sonrían, como lo hacen mientras miran su celular.
Diosito, ¡por favor!
Aunque sea por un día…
¡Déjame ser un celular!”

Esta historia, adaptada del libro Dirigentes del Mundo Futuro de Carlos Cuauhtémoc, me hizo pensar en la situación actual que viven muchos niños y jóvenes.

Se denomina según dicen los estudiosos del comportamiento humano, fenómenos de distanciamiento social, provocados por la adicción que ha generado en el ser humano, el celular.

Este se ha convertido casi en una extensión del cuerpo, casi siempre está en la mano, en el bolsillo más cercano, o frente a nuestros ojos.

Cualquier llamada, mensaje, notificación de una red social, noticias del mundo en general, método de compra de comida u otro elemento de primera necesidad o no, del celular.

Hace que el resto del mundo desaparezca, sin importar si estamos en la calle, en el carro, en la cola del supermercado, en una clase, al lado de la persona que amamos, visitando un enfermo, en una fiesta, etc.

Lo que ha llevado a un alejamiento sin precedentes de los niños, los cuales piden a gritos, con caras tristes o de desconcierto, o a veces con silencios prolongados:

Amor, dedicación, atención, ternura y afecto.

El celular, se ha convertido en un medio, un método o un mecanismo para mantenerlos quietos, callados y distraídos.

Es evidente en un restaurante, en el carro, mientras se habla con las amigas (os), mientras se trabaja, mientras se presenta una ocupación, en la se requiere que el niño esté inmóvil y en silencio, se le pone un celular en las manos.

Hasta los coches para los bebés, ya traen un espacio disponible para colocarlo allí, frente a la cara del bebé, ofreciéndoles:

Luz, movimiento y sonido.

Acostumbrando al cerebro en desarrollo a estos estímulos, como mecanismo primario de distracción.

Dicen los especialistas en temas del desarrollo cerebral, que esto va debilitando los mecanismos neuronales, afectando la concentración, la capacidad de atención y la memoria, adicionalmente y sin darse cuenta, se va transformando en adicción.

Los niños y jóvenes se están aislando, los primeros años intentan de diferentes maneras, atraer la atención de sus padres.

Con el pasar de los años, se van acostumbrando a este frío distanciamiento y aunque se rebelan y sufren en silencio, sin lograr de verdad, llamar la atención de sus entretenidos padres.

Encuentran un mundo entretenido e irreal en el celular, sin embargo el distanciamiento y la soledad van llevándolos a desarrollar dos de las más conocidas enfermedades mentales de la actualidad.

Depresión y ansiedad.

Adaptados a su mundo solitario y entretenido, pasan al siguiente fenómeno que afecta la juventud mundial, sobre todo en la entrada a la pre y adolescencia:

¡LOS HIJOS MUEREN EN SU CUARTO!

“Antes perdíamos hijos en los ríos, en los matorrales, en los mares,
¡Hoy los hemos perdido dentro de su habitación!
Cuando jugaban en los patios oíamos sus voces, escuchábamos sus fantasías y al oírlos, a la distancia, sabíamos lo que pasaba en sus mentes.
Cuando entraban en casa no existía una tv en cada habitación, ni dispositivos electrónicos en sus manos.
Hoy no escuchamos sus voces, no oímos sus pensamientos.
Los niños están allí, dentro de sus habitaciones, y por eso pensamos que están seguros.
¡¡¡Cuánta inmadurez la nuestra!!!
Ahora se quedan con sus auriculares, encerrados en sus mundos, construyendo sus saberes sin que sepamos lo que es…
Perdiendo literalmente la vida, aún vivos en cuerpos, pero muertos en sus relaciones con sus padres, encerrados en un mundo de tecnología que en nada contribuye a la formación de niños seguros y fuertes para tomar decisiones moralmente correctas y de acuerdo con sus valores familiares.
Dentro de sus habitaciones perdemos a nuestros hijos con las drogas, las conversaciones con malos amigos, la pornografía, inmersos en un mundo de fantasía.
Muertos de su identidad familiar.
Se convierten en una mezcla de todo aquello por lo que han sido influenciados y los padres no siempre saben lo que sus hijos son.
Te invito a sacar a tu hijo de la habitación, de la tableta, del celular, del ordenador, del auricular, te invito a comprar juegos de mesa, tableros y tener hijos en la sala, a tu lado por lo menos 2 días establecidos en tu habitación semana a noche (más allá del sábado y del domingo).
Juega, diviértete con ellos, escucha sus voces, sus palabras, disfruta ese regalo de tenerlos vivos, ´dando que hacer´, que se sientan en un hogar, que se sientan amados, aceptados, que no necesiten actividades locas para sentirse apreciados afirmados… que esos adelantos tecnológicos no los conviertan en seres tristes, deprimidos, miedosos o ansiosos.
En su distancia y ausencia mental nos están hablando desde su mundo encerrado, en sus silencios.” – Psicopedagoga Cassiana Tardivo

Termino esta nota haciendo un sentido llamado a los padres, adultos responsables de los niños y jóvenes, como he escuchado más de una vez a niños cercanos:
MAMI, ¡MIRAME Y … ESCUCHAME!

Fuentes:
Libro Dirigentes del Mundo Futuro – C. Cuauhtémoc
https://webdelmaestrocmf.com/portal/los-hijos-mueren-en-su-cuarto/

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