“Lo que la mente del ser humano puede concebir y creer, es lo que la mente del ser humano puede lograr.” – Napoleón Hill

Te cuento que estudiando sobre el comportamiento humano, he encontrado unos seminarios relacionados con la psicología del éxito.

En los cuales el reconocido autor Bryan Tracy explica con total claridad, cómo los principales problemas relacionados con las emociones negativas como el miedo, la inseguridad, la rabia, el resentimiento, la culpa, entre otros.

Son el resultado de la ausencia de amor de los progenitores, cuidadores o quienes sea que estuvieron presentes los primeros años de la vida de un niño, en ese período comprendido entre los cero (0) y los siete (7) años.

Su teoría expone que los seres humanos, somos víctimas de víctimas, dado que la cultura occidental, ha confundido el respeto con el miedo, utilizando este último en la crianza de los niños, de generación en generación.

Los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos, aunque sentían y querían lo mejor, no sabían cómo expresar el amor, pero si sabían corregir utilizando el castigo, el dolor y la culpa.

Porque resulta que está demostrado que la personalidad del niño se desarrolla de manera normal, al grado que reciba una alta cantidad y una alta calidad de amor de sus padres, o de quienes los crían.

Dice el estudio, que existe una relación de uno a uno entre la cantidad y la calidad de amor recibidas durante la niñez, y una personalidad sana en la vida adulta. 

Ese amor negado o la privación del amor, son las causas claves de la infelicidad permanente, la negatividad y la enfermedad mental, en los seres humanos adultos.

Para hacer sentir amado a un niño, tiene que tener padres con buen autoconcepto y mucho amor propio (alta auto estima), y la mayoría de los adultos no los tenemos, porque tuvimos padres que fueron víctimas de sus padres, que también fueron víctimas de sus padres

Es decir, nuestros padres quisieron criarnos de la mejor manera, pero ellos mismos fueron víctimas de la falta de expresión de amor de sus padres, que a su vez fueron víctimas de la falta de la crianza con amor, de los de ellos.

Porque está demostrado que nada le infunde más inseguridad y miedo a un niño, que crecer en un hogar donde los padres no se amen, haya dificultades, se pelean y discuten entre sí.

Dado que al niño se le grita, se le regaña y en muchas ocasiones hasta se le culpa por la situación de desacuerdo entre sus progenitores.

Dicen las investigaciones que así se siembra en el ser humano la percepción de la culpa y el miedo, empezando a creer que son culpables de las peleas y problemas entre sus padres.

He aquí el nacimiento de la percepción de víctima por parte de un niño, que luego se replica al convertirse en adolescente y finalmente se perpetúa hasta el final de sus días en el adulto, repitiéndolo en sus hijos cuando los tenga.

Salvo que decida de manera consciente hacerse responsable de su vida, de sus decisiones, de las consecuencias que estas tienen, y cambie sus pensamientos, su forma de interpretar su mundo, impactando positivamente su vida, en adelante.

Hay mucho material disponible en la actualidad, para romper con el paradigma de víctima y no seguir perpetuando este en los hijos, dice el estudio.

Se requiere tomar la decisión de aprender y repetir diariamente, entre otras, lo siguiente:

  1. Hay que decirle a los niños que los amamos, no lo saben, necesitan escucharlo muchas veces, todos los días. No prive a sus hijos de amor. Amelos de manera incondicional. Evitará que de adulto tenga que ir al psicólogo.
  2. Los niños necesitan un flujo continuo de amor y aprobación, en palabras, actitudes y acciones.
  3. Los niños necesitan elogios, aliento, refuerzo positivo, mucha paciencia, mucha amabilidad y ternura en el trato.
  4. No le haga críticas destructivas a sus hijos jamás, instalará en su mente el complejo de inseguridad si lo hace..
  5. Haga lo posible por darles confianza, nunca diga nada negativo a sus hijos sobre sí mismo, que no quiera que haga parte de su personalidad y de su vida.
  6. Dígale a sus hijos mirándolos a los ojos que los aman. Aprenda a mirar con amor, evite la desaprobación visual.
  7. Abracen, besen y acaricien a sus hijos, necesitan el contacto físico, para su bienestar.
  8. Dedique tiempo y atención a sus hijos, solo con ellos. 
  9. Desarrolle expectativas positivas en sus hijos, es decir, que comprenda que haga lo que haga, se cree en él.
  10. Enséñele a creer en el mismo, aceptándose y amándose como es.

Por último el Seminario sugiere, perdonar a los padres por el daño que le hicieron sin quererlo.

Perdonarse a sí mismo sinceramente, por los errores cometidos en su vida.

Si ya tiene hijos y observa que ha cometido errores en su crianza, rompa el círculo de víctimas de víctimas, pidiéndoles perdón por los errores cometidos en su crianza.

Por último, fiel a mi propósito de compartir información valiosa, te dejo este cuento, muy interesante para analizar:

¡Tus hijos siempre te están mirando!

La historia habla de un anciano internado en un geriátrico (asilo), de su hijo, un importante directivo de una empresa multinacional, y de su nieto, un adorable muchacho que ama a su abuelo.

El relato comienza un día en el que el joven pasa por la oficina de su padre. La secretaria lo anuncia y lo hace pasar.

—¿Qué necesitas? —pregunta el padre, de un modo bastante hostil—. 

¿Otra vez te has metido en problemas? Porque si estás aquí…

—Yo no necesito nada —contesta el joven, un poco desafiante—. Ya te he dicho que no pienso pedirte nada más, si lo puedo evitar. 

El tema es el abuelo.

—¿Qué pasa con tu abuelo? Seguro que está bien; si no, ya me hubieran avisado.

—Te han llamado tres veces del geriátrico (asilo), pero no reciben respuesta. 

Les dicen que estás ocupado.

—Y es la verdad… Será alguna tontería. Le diré a mi secretaria que llame.

—Ya lo he averiguado yo —dice el joven—. 

El abuelo necesita que le mandes un pequeño calefactor para su cuarto.

— ¡¿Un calefactor?! —Vocifera el hombre a gritos—. Con el calor que hace, por favor.

—He estado allí, papá… El lugar es bastante fresco y el abuelo pasa demasiado tiempo quieto. 

De todas maneras, es el abuelo quien dice que siente frío.

—Mira, yo no trabajo como trabajo para tirar el dinero —dice el padre—. 

Si necesita un calefactor, que se lo den en el geriátrico, que para eso me cobran cada mes la fortuna que me cobran…

Y si te parece que debes ocuparte de su temperatura, puedes comprarle al abuelo una manta con tu paga.

El joven sale de la oficina sin decir una palabra. 

Esa noche, cuando el padre llega a casa, ve al muchacho tendido en la sala con una manta extendida sobre la alfombra. Para su sorpresa, está cortándola por la mitad.

—¿Esta no será la manta que has comprado para tu abuelo? —le dice.

—Sí —contesta el joven, casi sin mirarlo.

—¿Y por qué la cortas por la mitad?

—Anticipación —contesta el joven.

—No te entiendo —dice el padre—. ¿Anticipación de qué?

—Sí —responde el joven, mientras sigue con su tarea—. 

Voy a llevar al geriátrico una mitad de la manta. 

La otra la guardaré para ti… para cuando tengas la edad del abuelo.

https://www.cuerpomente.com/cuentos/jorge-bucay/dar-ejemplo-tus-hijos-estan-mirando_1417


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