“Abrazar el sufrimiento, aceptarlo para poder trascenderlo, superarlo, es una decisión íntima y muy personal.” Doris Martínez  

Soy un monstruo andante, la gente ve mi cara hermosa y mi sonrisa amable al pasar, pero nadie sabe que dentro de mí habita un ser malvado, oscuro.

Provengo de un hogar enfermo, una familia loca.

Con un padre alcohólico, violento e irresponsable, una madre débil de carácter, miedosa, insegura pero violenta y mal hablada también.

Peleas constantes, gritos, empujones, palabras vulgares y ofensivas por el dinero para la comida, por el dinero para pagar el arriendo, entre otros tantos motivos.

En muchas oportunidades yo era el motivo de las discusiones, mi papá decía que terminaría siendo débil y miedoso como mi mamá, siempre usaba palabras vulgares al hablar.

Que ella se equivocaba en la crianza que me daba, aunque yo creía que ella me amaba.

¿Para qué estoy aquí?, es una pregunta constante, desde siempre. ¿Pedí nacer?

Mi mamá a veces me protegía, discutía con mi papá por mí, pero cuando yo cometía una travesura, también me gritaba, era vulgar y ofensiva.

Mi papá bebía a menudo, se peleaban porque él salía con otras mujeres, siempre escuché que el dinero no alcanzaba para nada. 

Quería que no hubiera gritos en mi vida, quería que mi mamá no llorara, no se enfermara, que no se quejara, que no tuviera miedo.

En serio, ¿eso es amor?

No me gustaba mi cuerpo, era gordo, mis compañeros en el colegio se burlaban de mí, me hacían bromas en la hora de descanso o en la hora de deportes.

Peleaba, hacía travesuras, no me importaba que llamaran a mi mamá por mi mala conducta en el colegio. A mi papá no le importaba.

A pesar de eso, me daba consejos para mi futuro, para que fuera un hombre fuerte, para que estudiara y no fuera como él.

Pero luego se iba a beber y regresaba al día siguiente borracho y con los bolsillos limpios. Cada nuevo día, había un nuevo motivo, de discusión, peleas y llanto.

Me fastidiaba la cantaleta de mis abuelos, siempre el mismo tema, que tenía que estudiar, que me portara bien.

Ellos no sabían lo que vivía en la casa, con esa pelea constante, gritos, regaños, palabrotas y llanto, los puños a veces me dolían de tanto apretarlos, porque me tenía que tragar la rabia.

Sufría. Sufría. Sufría en silencio. Mi vida es puro sufrimiento.

Empecé a poner mala cara por todo, no quería que me mandaran a hacer nada.

Los hombres no lloran, decía mi papá, también decía todo el tiempo me voy a ir, me voy a ir, me voy a ir, hasta que finalmente se fue.

No quería escuchar a mi mamá, se quejaba todos los días, no quería escucharla  hablar mal de mi papá, pero lo hacía todo el tiempo, no se callaba.

De repente un día, ya no sufría, el sufrimiento se fue transformando lentamente en rabia, sentía rabia, rabia, mucha rabia.

La rabia me consumía como si algo dentro de mí, ardiera por dentro.

Ira. Ira. Ira. El fuego de la ira empezó a consumirme, cada vez que me decían algo.

Empecé a ser grosero en casa, pero en la calle fingía ser amable y sonriente, es tan fácil engañar a la gente con un físico atractivo.

La gente se engaña con la apariencia. Pero en todo caso no me importaba lo que dijeran. Nunca me ha importado.

¿Por qué esas vivencias?, me he preguntado siempre. ¿Por qué y para qué tanto sufrimiento?

He crecido, soy  un joven que ya sabe lo que significa beber, fumar y he probado lo placentero que es el sexo.

No he probado la droga, porque me da algo de temor. Aunque mis amigos, dicen que hace sentir bien, que quita la rabia que siempre tengo.

Aprendí a usar un arma, siempre he querido tener un arma. Es una manera de defenderse. De cuidarse de los demás. 

Si tus padres te hacen daño, que se deja para el resto de la humanidad, hay que estar prevenido, pienso.

Ahora creo que me parezco mucho a mi papá y a mi mamá también, gracias a ellos casi siempre me siento enojado, molesto, irritado.

Aunque hace años ya no viven juntos, siguen peleando por mí, o por mis hermanos, cuando se encuentran o hablan por celular.

Siempre tuvieron y aún tienen motivos para pelear. 

Me da igual. A los dos los detesto, solo pensar en ellos me descompone.

Cuando termine los estudios, me iré lejos, dónde no tenga que saber de ellos ni volver a verlos.

Me burlo internamente, cuando me dicen que soy amable y cariñoso, en la calle, o que soy bien parecido.

Nadie sabe que en la casa, ahora hago exactamente lo que hacía mi papá:

Grito a mi mamá, la insulto, la empujo, soy violenta, la grito a la menor provocación, todo el tiempo.

Ella reemplazó a mi papá conmigo y mis hermanos. A la menor provocación insulta, grita y ofende.

Sus palabras son hirientes, en ocasiones se burla de mí, me agrede, yo no me atrevo, pero ganas no me han faltado.

Me ofende con las palabras que sabe que más me duelen.

La odio. No la soporto. No quiero que me dirija la palabra, no quiero que me diga que hacer.

Ella y mis hermanos me tienen miedo, es mi manera de defenderme, a la menor provocación les grito y les digo vulgaridades. Mantengo mala cara.

Si sigo aquí en la casa es porque necesito que me cubran los gastos, para terminar los estudios. El resto no me importa. Nadie me importa.

La gente es mala, hay que cuidarse de los ladrones, de los atracadores, hay que acabarlos. Por eso también aprendí a usar un arma.

Me fascina la música, sobre todo la que cuenta historias de personas que han sufrido, que se han superado y han salido de la cárcel.

Sigo acomplejado con mi cuerpo, aunque me alimento mal, me fascinan las comidas grasosas, chatarra, igual no importa, mi físico es admirado por las mujeres.

Que entre otras cosas, cuando he querido o me he enamorado, no he sido correspondido, mientras que cuando ando solo de vacilón, si se interesan en mí.

A veces pienso que el mundo está al revés, y nada tiene remedio, por eso si no tengo nada que hacer, o no tengo clases, duermo hasta el mediodía.

Me fascinan las cosas finas, pero aún no trabajo para conseguirlas, aún estudio, así que mi mamá o mi papá, deben darme lo que necesito.

Me lo merezco. 

Por dentro me siento  como si fuera un monstruo, un demonio, nadie lo sabe. 

Fingir y engañar es fácil.

Yo no pedí el sufrimiento al que fui y he sido sometido. Todos me deben.

Las mujeres dicen que soy muy datractivo, porque no saben que la oscuridad me habita.

Mis amigos dicen que puedo lograr lo que quiera, tengo inteligencia y físico para ello. Aunque en ocasiones me siento perdido. 

No me siento una persona buena. Estoy roto por dentro. Se lo debo a los padres que me tocaron. Yo no los elegí.

Desde que recuerdo no he conocido más que sufrimiento, lo llevo oculto y clavado adentro como un veneno…

Esta historia de sufrimiento y dolor del hermano de una amiga, que ahora está tras las rejas, detenido por realizar actos ilícitos.

Me hizo pensar en:

  • Las malas relaciones de pareja influyen negativamente en las personas.
  • No creo que nada justifique la violencia ni la maldad.
  • Es una decisión personal trascender el sufrimiento.
  • Una decisión íntima y muy personal, puede transformarnos.
  • Todo sufrimiento puede superarse, si se quiere superar.
  • Sin importar en qué punto de tu vida estés, puedes cambiar tus pensamientos, para crear nuevos sentimientos, con el fin de crear nuevos comportamientos y nuevas actitudes.
  • No importa lo que hayas vivido con tus padres, puedes decidir cambiar tu historia futura a partir de hoy, si quieres hacerlo.
  • Puedes sanar, cambiando tus pensamientos (al fin y al cabo eres el único dueño de ellos), porque eres una persona valiosa.

Esta sufrida historia, me hizo pensar en la historia que se narra en el libro El Retrato de Dorian Grey, te comparto un fragmento.

El retrato de Dorian Gray (fragmento)

“No existe aquello llamado buena influencia, señor Gray. Todas las influencias son inmorales-inmorales desde el punto de vista científico.

Dorian Gray: Porqué?

Lord Henry W: Porque influenciar a una persona es darle nuestra propia alma. 

Esta no tendrá sus propios pensamientos, y se incendiará con sus propias pasiones. 

Sus virtudes no serán reales, sus pecados, si existen los pecados, serán prestados. 

Se convierte en el eco de la música de otro, el actor de una parte que no ha sido escrita para él. El objetivo de la vida es el desarrollo de su propio yo. 

Encontrar su naturaleza apropiada, es esto por lo que cada uno de nosotros estamos aquí. El mundo tiene miedo de sí mismo, se han olvidado de la mayor de todas las obligaciones, la propia. Claro que son caritativos, alimentan al hambriento, y visten a los mendigos. 

Pero su propio ser está famélico y desnudo. La valentía huyó de nuestra raza. Tal vez nunca la tuvimos. El terror a la sociedad, que es la base de la moral, el terror a Dios, que es el secreto de la religión, estas son las dos cosas que nos gobiernan. Y sin embargo… Sin embargo, creo que si un hombre viviera su vida completamente y hasta el límite, si le diera forma a cada sentimiento, expresión a cada pensamiento, realidad a cada sueño. 

El mundo alcanzaría un impulso tan fresco de alegría que olvidaríamos lo malo de la mediocridad, y regresaríamos a la época helénica ideal, a algo más dulce, más rico, que el ideal helénico. Pero hasta el hombre más valiente tiene miedo de sí mismo…Se ha dicho que los mayores acontecimientos del mundo suceden en nuestro cerebro. Es en el cerebro, y sólo en él, donde los grandes pecados del mundo suceden. 

Usted señor Gray, usted mismo, con su sonrosada juventud y blanca adolescencia, ha tenido pasiones que le asustaron, pensamientos que le llenaron de terror, sueños estando despierto y dormido cuyos recuerdos podrían manchar sus mejillas de vergüenza.

Se frotó los ojos, y se acercó al cuadro y lo examinó de nuevo. No había señales de cambio alguno cuando miró la pintura, y sin embargo no quedaba duda que la expresión se había alterado. 

No era sólo su propia impresión. 

Era horriblemente obvio. Se lanzó sobre la silla, y empezó a pensar. 

De repente pasó por su mente lo que había dicho en el estudio de Basil Hallward el día que el cuadro fue terminado. 

Lo recordaba perfectamente. 

Pronunció un deseo enfermizo de que él pudiera permanecer joven, y que el cuadro envejeciera; que su hermosura permaneciera inalterada, y que su rostro en la tela soportara la carga de sus pasiones y pecados; que la imagen pintada se marchitara con las líneas del sufrimiento y el pensamiento, y que él mantuviera la flor y el encanto casi consciente de su adolescencia. 

Con seguridad su deseo no se había cumplido? 

Esas cosas son imposibles. 

Era monstruoso sólo pensar en aquello. Y sin embargo, ahí estaba el cuadro frente a él, con un toque de crueldad en la boca.»

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