“Me gustaría que cada vida humana fuese libertad pura y transparente”

Zimone de Beauvoir

A lo largo de más de 20 años trabajando, he observado que, en el sitio de trabajo, somos seres humanos asexuados.

El sexo ha sido, es y seguirá siendo tema tabú, tema innombrable, pienso yo. 

El estado civil no importa, pero el sexo no se nombra. Solteros, casados, unión libre, con un hijo, con varios hijos, con novio, o novia, no importa, el tema no se toca. Y si se toca, miradas maliciosas, miradas de reproche.

Una que otra vez, alguien bromea, o quizás un comentario suelto, pero que nadie se atreva a preguntarme, mi opinión al respecto.

Que a nadie se le ocurra en los pasillos, preguntar al otro que es el erotismo, y mucho menos que los cuentos mañaneros tengan algo que ver con sexo, se habla de lo que han subido los precios, se habla de las desgracias ajenas o de lo complicado del transporte, pero el tema del sexo, nadie lo toca.

A la hora del almuerzo, cuando el sexo sale en un chiste, las caras dicen por favor no hables de sexo, por favor el tema del sexo no lo toques, no hagas que me sonroje, en casa tenemos hijos y pareja, pero en el trabajo somos seres asexuados, eso es lo que nos han enseñado.

Muchas veces lo pienso, estamos tan condicionados mentalmente, que la necesidad natural biológica de preservar la especie, una expresión de placer y ternura, la atracción físico-química humana expresada en un acto llamado hacer el amor, ha sido considerada desde el inicio de los tiempos, pecado.

Tanta negación personal y social, sobre el tema sexual, tantas mentiras que nos han hecho creer sobre como deberíamos ser, que deberíamos pensar,  como nos deberíamos comportar, creo yo, que nos ha llevado a demonizar una actividad del cuerpo completamente natural.

Mientras a diario, miro con tristeza, en las noticias locales, tanto prensa escrita como en las redes sociales, titulares de acoso sexual laboral, violaciones por doquier y canciones modernas de los jóvenes que gritan sobre sacar y meter.

A menudo recuerdo las palabras que repetía sin cesar una profesora de biología de mis años de secundaría, hay que llamar al pan, pan, y al vino, vino, todos y cada uno, sabemos cómo se hace un hijo.

“Los seres humanos acumulamos muchos conocimientos; aprendemos todas esas creencias, toda esa moral y las reglas de nuestra familia, de la sociedad y de la religión. Basamos la mayor parte de nuestra conducta y de nuestros sentimientos en esos conocimientos. Creamos ángeles y demonios, y claro, el sexo se convierte en el mayor demonio del infierno. El sexo es el mayor pecado de los seres humanos, cuando el cuerpo humano está hecho para el sexo. Biológicamente eres un ser sexual, y no hay más. Tu cuerpo es muy sabio … Nos creemos tantas mentiras sobre el sexo que no lo disfrutamos”. 

La Maestría del Amor,  Dr. Miguel Ruiz 1.999.

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