DESTINO

Un amanecer, entre nubes azules,

 Brisas suaves que acariciaban los rostros, 

 Luz de un girasol que desde el firmamento

iluminaba, callados,

observaban todo.

 

Ambos, inocentes,

sentados al pie de las sombras del árbol grande,

cerquita de las aguas de la bahía, donde se escuchan

lamentos de almas tristes.

 

Jugaron al amor prohibido,

dos anillos, entrelazados,

fueron testigos, del pacto profundo

y sincero que entre inocentes se juraban amor eterno.

 

Ella, blanca como las espumas de la mar

que baña las tierras nuestras, no lo sabía,

Él, de piel rebelde, lo ignoraba,

 

Dos Almas negras llegaron para cambiar sus sueños,

convirtieron las almas en errantes, viajeras,

que navegan en mares de aguas inexistentes,

 

Hoy,

solitarias,

peregrinas,

ella, en tierra extraña,

él, en tierra suya,

 

Dolor de ambos,

silencio que no mata,

pero duele.

 

Cómplice destino,

del llanto que consume,

de la mano lenta,

muy lenta, que los conduce

a la permanencia de lo incierto.

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