“Para aprender a amarse a uno mismo y amar a los demás, necesitamos aceptarnos sin discusión.” – Doris Martínez

A la pregunta realizada a varias personas que conozco:

¿Si un Hada madrina aparece y te concede un deseo sobre algo que quisieras cambiar de ti, qué cambiarías?

Las respuestas variadas, las describo a continuación:

Todo.

Quisiera ser otro.

Que me pusiera los labios más gruesos.

Que tuviera las pestañas o cejas más tupidas.

Ser más amable y menos gruñón.

Ser más bondadoso.

Tener más nalgas.

Tener tetas más grandes o más pequeñas.

Tener menos barriga o panza.

Que me quite el sobrepeso.

Mi estatura, ser más alta.

El cabello más lacio o rizado.

Que mi nariz fuera menos achatada.

Tener más cabello, no ser calvo.

Que se lleve mis canas y arrugas.

Tener las piernas más gruesas o más delgadas.

No tener celulitis ni flacidez.

Que desaparezcan las manchas de mi piel.

Otro color de ojos.

No tener tanto miedo.

Que desaparezca mi preocupación.

Que me haga más optimista y menos negativa.

No tener dolor en las rodillas.

Que cambie mi cintura.

No tener tetillas.

Que se lleve mi enojo permanente.

No estar triste, casi siempre.

Estas son las respuestas que más se repitieron, la mayoría de las personas quiere cambiar algo de sí mismo, en su aspecto físico o en su manera de ser.

Dicen los estudiosos del comportamiento que la mayoría de los seres humanos, no nos amamos a nosotros mismos.

El que no aprendamos a desarrollar amor hacia nosotros mismos, hace que no tengamos interés en conocernos ni en saber cómo somos.

Dado que no nos conocemos, no nos comprendemos y si no nos comprendemos, es muy difícil aceptarnos.

La no aceptación del ser humano, inicia en etapas tempranas de la niñez, causada en su mayoría por las personas que nos cuidan, nos guían, nos acompañan.

Llámese padres, abuelos, cuidadores, entre otros.

¿Cuáles son tres de los tantos factores que influyen en la mente del ser humano, para no aceptarse?

  • La percepción de la ausencia de amor, no sentirse amado.

Los niños necesitan cantidades ilimitadas y permanentes de amor.

No solo sentirse amados con las acciones que habitualmente realizamos, como cuidarlos, bañarlos, vestirlos, enseñarles, entre otras.

También necesitan escuchar repetidamente e infinidad de veces que son amados.

Necesitan desarrollar la certeza, que hagan lo que hagan el amor hacia ellos es inalterable e inagotable.

Porque…

Cuando los niños no reciben toneladas masivas permanentes de amor.

Como consecuencia no aprenden a amarse a sí mismos, no se perciben como seres valiosos.

Empiezan a sentir y creer que hay algo malo en ellos.

Dado que no se aman, no aprenden a aceptarse.

  • Las comparaciones con otros.

Cuando los padres, abuelos, cuidadores, familiares y posteriormente en las escuelas inician las comparaciones del niño con otros niños.

Resaltando las cualidades o cosas positivas de los otros como hermanos, familiares, vecinos, compañeros de clase.

Enseñan sin darse cuenta y muchas veces sin mala intención a los niños, a sentir envidia.

Les enseñan a desear ser como los otros, con los que son comparados.

Olvidando resaltar la importancia de la individualidad, de las características únicas de cada uno.

Las comparaciones en las que los niños salen perdedores, los enseñan a sentirse inseguros.

Evitando que aprendan a identificar sus valores individuales, con este modelo de comportamiento aprenden la no aceptación.

  • Las críticas negativas constantes.

Cuando los padres, abuelos, familiares, parientes o cuidadores empiezan a criticar a los niños negativamente y de manera constante.

Los niños aprenden a dudar de sí mismos.

Porque todo lo que dice un adulto que guía a un niño y en quien éste cree, es para él una fuente de verdad.

Dado que los niños apenas están aprendiendo sobre lo que es o no válido.

Asimilan la información como verdadera, es decir, si le dicen constantemente:

Eres lento, tonto, bobo, malo, flojo, negro, gordo, flaco, miedoso, estúpido, feo, o cualquier otra cosa negativa.

Los niños toman esta información como una verdad absoluta, la cual asimilan en el subconsciente.

Alimentando negativamente su vida, logrando que no se acepten a sí mismos como son.

Deseando en adelante ser o convertirse en otro.

Un ejemplo claro y trascendente de la no aceptación del ser humano, lo puedes mirar en la famosa vida de Michael Jackson.

Para aceptarnos a nosotros mismos, necesitamos tomar la decisión de conocernos, amarnos, valorarnos y comprendernos.

En la actualidad, hay muchas herramientas para dar el primer paso e intentar conocernos.

Una actual que recomiendo como guía para el proceso es el Eneagrama, según el cual todos los seres humanos tenemos rasgos predominantes clasificados de acuerdo a las heridas emocionales internas, generadas durante la niñez.

Los Eneatipos son 9 y cada uno describe a través de la necesidad interna las luces y sombras de cada ser, las describo brevemente a continuación.

1: Quiero ser perfecto.

2: Necesito amor.

3: Necesito valoración.

4: Necesito atención.

5: Temo expresar mis sentimientos.

6: Temo tomar decisiones.

7: Temo sufrir.

8: Quiero tener el control.

9: Quiero evitar el conflicto.

Para finalizar este interesante tema, te comparto el siguiente poema, que me causó fascinación:

VOLVÍ A MÍ Y SUCEDIÓ LA MAGIA

Dejé de insistir donde no había lo que buscaba.
Dejé de pedir con las manos cerradas
Dejé de esperar en sillas ocupadas.
Dejé de intentar en un cuerpo ajeno.
Deje de poner mis expectativas en personas ocupadas.
Dejé de pretender que el otro entendiera.

Dejé de poner los ojos y la esperanza en corazones que no querían latir al lado mío.

Y entonces…

Magia!
Magia!

Volví a mí, como único destino posible.
Volví a mí, como único camino disponible.
Volví a mí, como el único reencuentro pendiente.
Volví a mí y pude verme las costillas, los dolores y mi alma deshidratada, pidiendo agua.
Y me recibí.

Me acaricié.

Me perdoné.

Me recosté sobre mi hombro.

Me nombré con mi propia voz.

Y me encontré. Distinta pero intacta. Me tuve otra vez.

Me tengo otra vez.

Y entonces, magia!
Tengo las llaves de las puertas que quiero abrir.
Acá, adentro.
Afuera solo están las cerraduras.
Pero yo decido dónde y de mí depende cómo.
Yo decido dónde.
Yo elijo cómo…
Yo elijo con quien…
Yo decido que quiero…
Yo decido que merezco…

y que quiero!

Y la magia vino a mí,

Porque nunca se fue,

Porque siempre habitó en mí, pero

No me permitía verla, por rechazarme,

Y así bajé a mis sombras,

Y resucité,

Me abracé,

Me acepté

Seguí viva. Autor Desconocido

Créditos: http://bit.ly/3p4AjD

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
Hola
¿En qué podemos ayudarte?